Buñuel visto por (7). . . Paco Rabal
Continuando con
nuestra serie de BUÑUEL VISTO POR… hoy contamos con el actor Paco Rabal, gran
amigo del realizador. Primero contamos cómo se conocieron y luego sus
opiniones. Existe una gran cantidad de entrevistas publicadas de Paco Rabal en
que hace referencia a Luis Buñuel, pero cómo suelen repetirse las respuestas,
nos hemos limitado a unas pocas.
Cuando llego
allí, a Cerrada de Félix Cuevas, que era la calle de Buñuel, y me lo presentan,
me da un abrazo, le doy la jarra [de vino Valdepeñas], y la pistola, preciosa,
que había comprado en un anticuario de aquí, un portugués bastante famoso. La
pistola le encantó, húngara del siglo XVII, pero lo que más le gustó fue la
jarra y empezó a besarla: "Muac, Muac", "Oye, que me la bebo yo
solo". Yo le traté de usted y dijo él: "Llámame de tú Yo le contesté
que no, porque inspiraba mucho respeto. Él debía de tener entonces cerca de
sesenta años, pero a mí me parecía muy mayor, y él dijo: "Hombre, Paco,
eso del respeto me gusta, es muy español. Bueno, pues vas a llamarme de usted y
yo a ti de tú, pero tú me dices a mí «tío», y yo a ti te diré «sobrino»".
Y rápidamente se estableció un cariño y una simpatía mutua.1
Inteligente,
culto, gracioso, lleno de historia y de recuerdos. Un gran personaje, sordo
como una tapia, aragonés hasta la médula, con un acento puro aún y muy
simpático.
Con Buñuel desde el primer momento sentí una simpatía
vivísima, un cariño, un estar a gusto que luego, a lo largo de los años, nunca
se desmintió.
Otro rasgo de Buñuel que me hizo gracia entonces fue su
extraordinario conservadurismo en lo que se refería a la vida familiar, tan
poco acorde con su forma de ser, aunque sí con su educación católica. Era de
los que piensan que los hijos no deben fumar hasta alcanzar determinada edad,
fanático de la puntualidad, honrado a carta cabal, al estilo recio y rancio
español.
Tenía Buñuel una ternura y un sentido del humor no común. Es
un sentido del humor muy propio de todos los Buñuel. Ternura, ironía y seriedad todo junto: una mezcla explosiva, genial.
Al tío Luis, aunque no se privaba de nada, no solía hacerle
mucha gracia que le contaran líos de faldas; era un hombre muy serio y muy
discreto.
Una comida con él, con Buñuel, era todo un espectáculo.
Reíamos como locos y, cuando yo, a toro pasado, comentaba lo que nos habíamos
reído, lo bien que lo pasábamos, cómo nos emocionábamos y todo eso, entonces la
risa era ya algo incontrolable, se nos caían las lágrimas. Ante lo cual él
precisaba: “Eso es el vino, eso es el vino, Paco.”
Antes de que se me olvide, quiero consignar aquí algunas de
sus bromas, a las que tan aficionado era:
*Cuando volví a México para hacer Sonatas, con Bardem, le llevé a Buñuel un tricornio de la Guardia Civil…En cuanto lo vio, llamó por teléfono a Mantecón. “Oye, ven a casa.”
Había que ver a Buñuel, como un niño travieso, pendiente de la llegada de Mantecón, acechando desde la esquina lleno de impaciencia. Cuando Mantecón llegó por fin, llama a la puerta y le abre Buñuel con el tricornio puesto. Casi se muere del susto.
*Una vez, estando en México, recuerdo
que sacó de sus casillas a unos jóvenes, idealistas revolucionarios cubanos.
Les decía:
—Mi padre vivió en Cuba —lo cual era verdad. —Era un rico hacendado
y una vez mató a un revolucionario, Maceo, héroe nacional. Sí, sí, créanlo.
Mandaba un pelotón de fusilamiento. Y ya había dado la orden de
"Apunten", cuando en esto llega un jinete al galope con el indulto.
Mi padre leyó el indulto y dijo: "¡Fuego!". Y se lo cargó.
*Víctimas predilectas éramos Fernando Rey y yo. De mí, por
ejemplo, sabía que me picaba mucho si no se valoraba en lo debido mi trabajo.
En Nazarín, después de una escena de
cuatro o cinco personajes, decía con su entrañable acento baturro que nunca
logró quitarse —ni creo yo que se lo quisiera quitar—:
—Voy a dar una clasificación de la calidad de cada actor en
esta escena. Primero, el enano; segunda, Rita Macedo; tercero, Paco; cuarta,
Marga López...
No me ponía nunca ni en el primero ni en el último puesto.
Habilidad cazurra y astuta de mi tío Luis. Yo me daba cuenta y hacía como que
me lo creía, aunque en el fondo en el fondo había una especie de dolorcillo
ingenuo y pertinaz que escondía riéndome:
—Ya sé que era una broma, ¿qué se cree usted?
—¿Por qué broma, es que has estado tú mejor?
Y entonces, sí, me daba una vergüenza tremenda y reconocía
que el enano había estado verdaderamente genial, el primero…
*En cuanto a Fernando, es bien conocida la anécdota de cuando
fueron juntos a Calanda y Luis concertó con un colegio de la localidad que
fueran todos a pedirle autógrafos a él, al tiempo que fingían no conocer a
Fernando. Al tercer autógrafo Fernando ya había calado la broma, naturalmente,
pero don Luis no se daba por vencido…
Ese espíritu juguetón, ese empeño en
disfrutar las cosas pequeñas, en quitarles hierro y grandilocuencia a las
trascendentes, esa forma de decir las cosas afirmando la contraria tenía algo
de magia. Fue uno de los hombres más sabios que nunca conocí. Y, desde luego,
después de mi padre y de mi hermano Damián —la sabiduría de mi padre era de otro tipo, pero no menos sabia—, el que más me enseñó en esta vida.2
Buñuel contaba historias y siempre nos reíamos mucho con él.
Es una de las personas con la que más me he reído. Era un hombre tan lleno de
humor, tan inteligente... Nuestra amistad fue cada vez más profunda, pero al ir
envejeciendo él, la sordera se le aumentó y entonces comía sólo con los amigos
más especiales, no quería más de dos, y mejor uno. Él, como no oía por
teléfono, nos citaba por telegrama y era muy puntual, puntualísimo, no llegaba
nunca ni antes ni después de la hora fijada. Hay una cosa muy graciosa que
sucedió un día ya en uno de los últimos viajes que hizo aquí. Ese día me
pregunta: "¿Qué tal Fernando Rey?". Y digo: "Muy bien,
estupendamente, trabaja mucho". "Muy bueno, es muy bueno
Fernando". Silencio. Al rato me dice: "¿Y Barros, qué tal
está?". "Bien, hace tiempo que no le veo, pero creo que está muy
bien, muy guapo, como siempre". "¿Y tu hermano Damián?".
"Bien, está bien". Silencio. Y dice: "Mira, Paco, vaya
aburrimiento, hablamos de estos y muy bien, muy bien, y luego unos silencios
tremendos. Vamos a hablar mal de los amigos, coño, que es mucho más divertido.
El doctor Barros es un vanidoso de nosecuantos, Fernando Rey, un egoísta, tu
hermano, un tal y un cual, ¡ja, ja, ja, ja!". No podíamos hablar de la risa.3
Su entereza, su fidelidad, su esmeradísima educación, su
sentido del humor, su sentido de la puntualidad y la claridad en sus
convencimientos. Era un hombre que decía que no le gustaba la ciencia porque no
conoce ni la risa, ni el humor, ni la contradicción. Él tenía algunas, como
todo el mundo tiene, pero pocas y le hacían aún más humano. Era un hombre con
una gran humanidad y ternura, también se puede decir esa palabra para
definirlo, era muy tierno. Aun cuando tenía fama de que sus películas eran brutales,
la violencia y la ternura están muy unidas. Él me dijo una cosa, algo como:
"Yo muestro lo brutal, lo feo, lo asqueroso, para desear el bien, lo
bello, ¡lo hermoso". Lo que pasa es que esto es muy católico y no le
gustaba reconocerlo, pero es así. También me dijo otra cosa haciendo Nazarín:
"Si yo fuera petulante, que no lo soy, ni quiero ser petulante, pondría en
los títulos de crédito antes de la película: «He tratado de buscar al hombre en
la basura, que es la religión; jamás lo buscaré en la infamia, que es la política».
Pero es muy petulante, no voy a ponerlo". Pero qué verdad es, qué
verdad...4
Buñuel fue para mí no sólo el magnífico creador que era,
sino una especie de padre tierno e inteligente, bajo su severidad y respeto
afloraba una emocionada ternura.5
Luis era un hombre encantador, provisto de una gran dulzura.
Cierto que a veces mostraba una faceta más brusca, pero esa violencia que
señalo traslucía la ternura de su carácter, volcada de forma muy significativa
sobre los humillados, sobre las personas más desfavorecidas. Por esa humanidad,
este recuerdo que conservo es el de alguien que llegó a ser extremadamente
familiar para mí.6
Y terminamos con
una especie de resumen:
Por su físico y por el tipo de cine que hacia, desde fuera
podía: parecer un hombre duro, pero era la persona más tierna que he conocido.
Era fiel a la amistad, a sus amigos, y era muy educado. A mí además, me dejó
una cosa: el sentido de la puntualidad. ¡Con lo que somos los españoles con lo
de la puntualidad! También, muy especialmente, Buñuel me dejó mi conciencia
como hombre, me ayudo en mi actitud ante la vida. Era además de un gran creador,
un fuera de serie, un hombre con un gran sentido del humor. Y también era
infantil y, al mismo tiempo, muy severo con sus hijos. Podía pasar por un
hombre chapado a la antigua. Recuerdo que, estando en México, su hijo Rafael,
que era el pequeño, venía a mi y me decía que convenciera a su padre para que
le diera algo más de dinero para sus gastos, porque sólo le daba dos pesos y el
muchacho, con eso, no tenía para nada. Pero a Buñuel, al padre, era difícil
convencerle. “¡Un real me daba a mí mi padre cuando yo era pequeño!” contestaba.
Pero él quería mucho a sus hijos y sus hijos le querían mucho a él.6
NOTAS:
1 Marisol
Carnicero y Daniel Sánchez Salas (eds.): En
torno a Buñuel, Cuadernos de la Academia, nº 7-8, pág. 429-30.
2 Agustín
Cerezales: Paco Raba. Si yo te contara, El
País-Aguilar, pág. 190-208
3 Marisol
Carnicero y Daniel Sánchez Salas (eds.): En
torno a Buñuel, Cuadernos de la Academia, nº 7-8, pág. 432
4 Marisol
Carnicero y Daniel Sánchez Salas (eds.): En
torno a Buñuel, Cuadernos de la Academia, nº 7-8, pág. 435-6.
5 Auro
Bernardi (Ed.):BuñuelCittadino
mexicano-ciudadano mexicano, Le Mani, pág. 80.
6 Guzmán Urrero Peña: Por un retrato de Luis Buñuel. Entrevista con Carlos Saura y Francisco Rabal, Cuadernos Hispanoamericanos, nº 603, septiembre 2000, pág. 33.
7 Carmen Puyo: Entrevista con Paco Rabal, El Heraldo de Aragón, 22-2-2000, pág. 7.
7 Carmen Puyo: Entrevista con Paco Rabal, El Heraldo de Aragón, 22-2-2000, pág. 7.
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