La imaginación en el cine de Luis Buñuel

En alguna parte entre el azar y el misterio, se desliza la imaginación, la libertad total del hombre. Esa libertad, como las otras, se la ha intentado reducir, borrar... Antaño, lo que yo imaginaba ser mi conciencia me prohibía ciertas imágenes: asesinar a mi hermano, acostarme con mi madre...Sólo hacia los sesenta o setenta años de edad comprendí y acepté plenamente la inocencia de la imaginación... Desde entonces lo acepto todo...
Ese oscuro objeto del deseo: el saco del
protagonista no tiene lógica, pero Buñuel...
La imaginación es nuestro primer privilegio. Inexplicable como el azar que la provoca.  Durante toda mi vida me he esforzado por aceptar, sin intentar comprenderlas, las imágenes compulsivas que se me presentaban. Por ejemplo, en Sevilla, durante el rodaje de Ese oscuro objeto del deseo, al final de una escena y movido por una súbita inspiración, pedí bruscamente a Fernando Rey que cogiera un voluminoso saco de tramoyista que estaba sobre un banco y marchara con él a la espalda.

Al mismo tiempo percibía todo lo que de irracional había en ese acto y lo temía un poco. Rodé, pues, dos versiones de la escena, con y sin saco. Al día siguiente, durante la proyección, todo el equipo estaba de acuerdo –y yo también– en que la escena quedaba mejor con el saco. ¿Por qué? Imposible decirlo...
A mi edad, dejo que hablen. Mi imaginación está siempre presente y me sostendrá en su inocencia inatacable hasta el fin de mis días[1].
... Una cosa es la imaginación y otra la vida. Imaginativamente, nadie tiene nada que enseñarme, porque lo sé todo. Con la vida es diferente. En la realidad nunca he sido un hombre de acción, pero en la imaginación sí lo soy. Y por eso puedo atacar imaginariamente. Al mismo tiempo que saludo en la realidad a una persona, puedo tener la fantasía de matarla.
Para hacer una película, para escribir un libro, en principio pone usted lo que quiere. La imaginación es el único terreno en que el hombre es libre.
 Entre la imaginación y lo real hay interrelación; no hay separación como de claro–y–oscuro. Se influyen mutuamente, intercambian elementos... La diferencia está en que en la imaginación usted puede llegar hasta lo infinito, a donde a usted le dé la gana, mientras que en la realidad, en la vida práctica, usted está necesariamente reprimido por su conciencia, la sanción legal, los amigos, la familia. Siempre hay un freno que se pone usted mismo o le  pone la sociedad. En la imaginación yo puedo llegar al incesto. Pero como ser social, y en frío, mi sentido moral me lo impediría[2].
La vía láctea: basta cambiarse de ropa
para trasladarse a otra época
Estoy convencido de que la imaginación es una facultad de la mente que puede ejercitarse y desarrollarse al igual que la memoria... yo tenía la obligación de contarle (a J.C. Carrière) una historia, corta o larga, que hubiera inventado durante mis cuarenta y cinco minutos de ensoñación... Lo importante era contar algo[3].
Cuando Buñuel se reunía con Jean-Claude Carrière para escribir un guión seguían un cierto ritual: Después de la prensa y de los sueños, empezaba el trabajo de la...  no me gusta mucho la expresión “libertad de la imaginación”, pero seguro que la imaginación para Luis era la facultad primera, la facultad reina, la facultad, a propósito de la cual, los surrealistas habían inventado la escritura automática, para liberar la imaginación de las fuerzas racionales que la podían apagar, y era el camino principal. Luis decía, y yo creo que tenía razón, que la imaginación es un músculo, es un músculo del cerebro como la memoria...Me enseñó unos ejercicios para desarrollar la imaginación...Uno consistía en acabar la palabra de otro o una frase empezada por el otro...
Y otro era, por ejemplo, cada día, antes de encontrarnos en el bar, en el sacrosanto bar, a las siete de la tarde, antes de ir a cenar, pasar veinte minutos, media hora, cada uno en su cuarto, imaginando algo, algo que podía tener una relación o no con el guión, que podía ser un gag cómico, una historia larga, patética, melodramática...cualquiera, pero algo nuevo cada día. Era realmente una obligación para él y para mí. Después, él se sentaba en el bar, donde me esperaba Luis, en su rincón de siempre...con su dry-martini o su “buñueloni”, dependía, y cuando yo llegaba podía ver en su cara si su idea le gustaba o no...Era...para entrenarse. Un ejercicio realmente, pero cotidiano. Y eso realmente me lo enseñó.[4]
El fantasma de la libertad: la caza del zorro
con tanque. ¿Por qué no?
 “Había mucho del Marqués de Sade en esa disciplina, retomada por los surrealistas. En 1922 Breton proponía en sus Carnets desarrollar la imaginación y la memoria mediante un ejercicio de conjunto, algo en lo que insistiría en 1924 en el primer manifiesto surrealista.”[5] Buñuel disfrutaba realizando este tipo de ejercicio.
La imaginación puede permitirse todas las libertades... La imaginación es libre; el hombre no[6].
La obra de Buñuel no admite una separación tajante entre imaginación y realidad. "Muchos de sus mejores esfuerzos se encaminan a fundir esas dos dimensiones en un mismo plano que se pretende homologar bajo el enunciado de "surrealidad" o "superrealidad"."[7]
Para Sade, la más valiosa herramienta para alcanzar la liberación del hombre era la imaginación, que debía diferenciarse de la realidad. Pocos cineastas comprendieron como Buñuel el poder real de la pantalla y la imaginación. Buñuel lo descubrió en la obra de Sade.[8]
Buñuel, siguiendo  la estela de Sade, traslada al cine, en la medida en que los productores se lo permitieron, toda la potencialidad de una imaginación en la que todo tiene cabida. Buñuel y Sade supieron abrir en el cine y en la literatura la puerta de lo maravilloso que, paradójicamente, con tanta insistencia cierran en ocasiones estas dos artes empeñadas en reflejar siempre la realidad, las situaciones cotidianas, temerosas quizá de intranquilizar al hombre con imágenes interiores cuya contemplación puede producir desasosiego. De ahí que su obra produzca admiración o aversión, pero nunca indiferencia.
El discreto encanto de la burguesía: los
militares fumando marihuana como si tal
Todo el cine de Buñuel, desde sus primeras películas, está salpicado de ese dejar libre a la imaginación, cuando nos asombraba con imágenes que resultaban sorprendentes en determinadas escenas, imágenes a las que siempre intentamos buscar una explicación racional, cuando el propio Buñuel nos ha enseñado que es muy posible que no la tengan. Buñuel está rodando una escena, de pronto se le cruza una imagen que podría quedar bien y la plasma. Buñuel siempre utilizó este recurso como forma de no negarle nada a la imaginación y abrir una puerta a eso que él llamaba el misterio, lo maravilloso, lo inquietante.
Creo que puede hablarse de una imaginación a la española, con una base realista siempre. En el norte de Europa la imaginación es la fantasía. Son los grandes cuentos fantásticos. La realidad española, o la imaginación española, va por otro lado. Son cosas muy concretas que tienen que ver con la vida cotidiana, aún saliéndose de ella. Goya es un ejemplo fantástico y esto Luis lo sabía perfectamente.
Luis aparece como un representante máximo de la imaginación, de la complicada personalidad del ser humano. Me parece que éste es su gran invento, algo sobre lo que también he trabajado. Es decir, cómo la realidad es mucho más compleja de lo que se dice o se piensa de una manera elemental. Porque ahí están los sueños, las alucinaciones, nuestros deseos, la memoria...Todo esto está mezclado en el cine de Luis, lo cual le convierte en el pionero. Nunca se dedicó a hacer ejercicios malabares... él buscó siempre al hombre: los sentimientos profundos, la religión, el sexo, la denuncia de los poderes...[9]
Ensayo de un crimen: pensar en el crimen
le produce un gran placer
Hay una película en la que ha quedado un fuerte rastro del poder de la imaginación, de la utilización del pensamiento como alivio y salida de los instintos criminales. Se trata de Ensayo de un crimen. Al protagonista el solo pensamiento del crimen le produce un deleite maravilloso, un placer exquisito. Como buen sadiano, Archibaldo hace del crimen un arte y no comete ni uno solo de sus crímenes de la misma manera, cada uno de ellos responde a un plan diferente.[10]
Pero será a partir de ver la La Chinoise (1967) de Godard, en el Festival de Venecia, cuando Buñuel llega a la conclusión de que podía realizar su verdadero proyecto estético en el cine: un proyecto que incluía lo exterior y lo interior, la libertad imaginativa total, el paso azaroso de los acontecimientos, los saltos en el espacio y el tiempo, las figuraciones más diversas.[11] De aquí saldrá su trilogía: La vía láctea, El discreto encanto de la burguesía y El fantasma de la libertad.


[1] Luis Buñuel: Mi último suspiro. Plaza & Janés, 1982, Pág.:171
[2] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel. Plot, 1993, Pág.:70
[3] Luis Buñuel: Mi último suspiro. Plaza & Janés, 1982,  Pág.:46
[4] Jean-Claude Carrière, en: AA. VV.: Testimonios sobre Luis Buñuel En: Turia, nº 28-29. Pág.: 200
[5] Agustín Sánchez Vidal: El mundo de Luis Buñuel. Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1993, Pág.:29
[6] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel. Plot, 1993, Pág.:32
[7] Agustín Sánchez Vidal: El mundo de Luis Buñuel. Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1993, Pág.:244
[8] Manuel López Villegas: Sade y Buñuel. Instituto de Estudios Turolenses, 1998, Pág.: 154
[9] Carlos Saura : Buñuel 100 años. Es peligroso asomarse al interior, Instituto Cervantes, 2000, Pág.: 202
[10] Manuel López Villegas: Sade y Buñuel. Instituto de Estudios Turolenses, 1998, Pág.: 156
[11] Miguel Rubio: Nueve reflexiones sobre un cineasta ateo. En: Nickelodeon, nº13, Invierno 1998, Pág.: 32

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