Luis Buñuel y el teatro
¿Tenía Luis
Buñuel prejuicios hacia el teatro? La verdad es que, según parece, no le tenía
mucha estima. Como cineasta, ¿lo consideraba un rival?
En una
entrevista de 1929 Luis Gómez Mesa le preguntaba a Buñuel:¿Y qué piensa usted
de la rivalidad entre el cine y el teatro?
Buñuel: Que es el cine el que triunfa. El teatro
primitivo no utilizaba más que la palabra. Ni decorado, ni acción, ni expresión
en el rostro, que llevaban cubierto sus actores. Cuando no existía el cinema,
podíamos resignarnos, por puro convencionalismo, a creer que veíamos la emoción
en la cara de un actor, o a que presenciábamos una acción. Hoy el teatro nos es
insoportable. Los actores del teatro, aun sin careta, no tienen rostros. Solo
tienen voz. Y el cine posee hasta “silencio”.[1]
Muchos años
más tarde le pregunta Max Aub: ¿Así que no es verdad que te interesaste una
temporada en el teatro?
Sin embargo
Buñuel empezó sus contactos con el teatro desde niño. Su hermana Conchita
recuerda: “Mis padres iban a menudo a París y, a su regreso, nos inundaban de
juguetes. De uno de aquellos viajes a mi hermano le trajeron un teatro que
calculo debía de medir un metro cuadrado. Tenía telones de fondo y decorados. Me
acuerdo de dos: un salón del trono y un bosque. Los personajes eran de cartón y
representaban un rey, una reina, un bufón y escuderos. No medirían más de diez
centímetros y se movían siempre de cara, aunque se desplazaran hacia los lados, mediante un alambre. Para
completar el elenco, Luis tenía un león en actitud de saltar que, en sus buenos
tiempos, cuando tenía pie de alabastro, fue pisapapeles. Utilizaba también una
torre Eiffel dorada que hasta entonces había estado en el salón, en la cocina y
en el trastero. No recuerdo si la torre Eiffel representaba algún cínico
personaje o una ciudadela; pero me acuerdo perfectamente de haberla visto
entrar en escena, en el salón del trono, dando saltitos y atada a la enhiesta
cola del temible león.
Representación de guiñol |
Para que
Luis nos dejara entrar a nosotras, sus hermanas, mi padre tenía que amenazarle
con prohibir la representación.
Varios años
después, y seguramente por una buena causa, el alcalde organizó un festival en
la escuela municipal. Mi hermano salió a escena con un atuendo un poco raro,
mitad gitano, mitad salteador de caminos, blandiendo unas enormes tijeras de
esquilador y cantando. A pesar de los años transcurridos, todavía me acuerdo de
la letra de la canción: «Con estas tijeras y mis ganas de cortar, me voy a
España a armar una pequeña revolución.» Por lo visto, aquellas tijeras son hoy Viridiana.
El público se rompía las manos de tanto aplaudir y le echaba puros y
cigarrillos.”[3]
Manuel Mindán Manero cuenta que aquellas
sesiones, con guion original de Luis o cogido de algún libro, terminaban a
veces con otra de «sombras chinescas». Entonces el novel director descorría
las cortinas, colocaba en su lugar una sábana tensa, «y desde el fondo de la
alcoba proyectaba sobre ella luz de una linterna mágica; unas veces combinaba
imágenes que daban como resultado un conjunto absurdo o grotesco; otras veces,
superponiendo sombras de objetos interpuestos entre la linterna v la sábana,
conseguía resultados inesperados».
Teatro Principal Zaragoza |
También
comenzó Buñuel a asistir a representaciones teatrales en su niñez en Zaragoza. Gracias
a los apuntes del Buñuel adolescente en los dos calendarios escolares que han
sobrevivido, sabemos que ya para finales de 1914 frecuentaba con asiduidad los
teatros y los cines de Zaragoza. Aquel diciembre en Parisiana disfruta con dos
comedias: La alegría del vivir (de
Antonio Paso y Joaquín Abati) y Los
gansos del Capitolio (de Emilio Mario y Domingo de Santoval).
A mediados
del mes se inaugura en el teatro Principal, donde los Buñuel tienen palco, una
temporada de la compañía dramática dirigida por Francisco Morano. Después de
pasar las vacaciones en el pueblo Luis acude once veces al coliseo, donde,
entre otras obras de menor calado, ve dos de Calderón de la Barca —La vida es sueño y El alcalde de Zalamea— y el drama romántico del duque de Rivas Don Alvaro o la fuerza del sino.
Félix Malleu |
Lo contó en
sus memorias: Por la noche, de vez en
cuando, mis padres iban al teatro. En Zaragoza había cuatro: el teatro
«Principal», que aún existe, muy bonito, con muchos dorados, en el que mis
padres ocupaban un palco de abono. Allí se daban representaciones de Ópera, de
teatro por alguna compañía de gira o conciertos. Casi tanto empaque como éste
tenía el «Pignatelli», hoy desaparecido. El «Parisina » era más frívolo y
estaba especializado, sobre todo, en la opereta. Había, por último, un circo,
en el que a veces se presentaban también comedias y al que me llevaban con
bastante frecuencia.
Uno de los mejores recuerdos es la
opereta de gran espectáculo inspirada en Los hijos del capitán Grant, de Julio
Verne. Tuve que ir a verla cinco o seis veces y nunca dejaba de impresionarme
la caída del gran cóndor sobre el escenario.[6]
Debido,
entre otras cosas, a su afición por los disfraces, que mantuvo toda su vida, cuando
se trasladó a Madrid, actuó en diferentes representaciones en la Residencia de
Estudiantes, sobre todo Don Juan Tenorio,
pero de su afición a esta obra no voy a hablar aquí porque será tema de un próximo artículo.
Redisdencia de Estudiantes |
Lo de que
fueran varias representaciones no es seguro, pero lo que sí es cierto es que el
5 de mayo de 1922 dio Buñuel en la Residencia una conferencia sobre “El guiñol”
muy documentada y que servía como introducción a la función que Félix Malleu
ofreció a continuación.
Un año más
tarde publicaría en la revista Alfar (6 de febrero de 1923) un artículo sobre
el teatro: Tragedias inadvertidas como
temas de un teatro novísimo.
La propuesta
buñueliana de un teatro de lo inanimado enlaza con las experimentaciones
teatrales de futuristas y dadaístas. Encontramos en éste su primer escrito
dramático, protagonizado por un pañito de gamuza, la realización del
pensamiento de Epstein, aplicado al cine, de que "los objetos tienen actitudes",
que Buñuel llevaría a la pantalla con una fuerza poética quizá única; pensemos
en la cuerda de saltar en Viridiana.[8]
Aún tendría
Buñuel un nuevo contacto con el tema de los títeres. Se trata de la adaptación
de El retablo de Maese Pedro de
Manuel de Falla, de la que hablaremos en un artículo específico, lo mismo que
de Hamlet, la única composición
teatral de Buñuel.
Y para
terminar, en 1971 Buñuel llegó a un acuerdo con Paco Rabal para dirigir a este
y a Nuria Espert en la puesta en escena de la adaptación que hizo León Felipe
del Macbeth de Shakespeare, pero
cuando el proyecto salió a la luz pública Buñuel desistió de su intento.
[1] Entrevista con Luis Buñuel,
recogida en la revista Popular Films,
nº 128.
[2] Max Aub: Conversaciones con Buñuel, Aguilar, 1985, pág. 51
[4] Ian Gibson: Luis Buñuel. La forja
de un cineasta universal 1900-1938, Aguilar, 2013, págs. 85-6
[5] Ian Gibson: Luis Buñuel. La forja
de un cineasta universal 1900-1938, Aguilar, 2013, págs. 87-8
[7] J. Francisco Aranda: Luis Buñuel,
biografía crítica, Lumen, 1975, pág. 36
[8] Víctor Fuentes: Buñuel: Cine y Literatura. Salvat, 1989, Pág.: 22
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