Poemas de Rafael Alberti y Max Aub sobre Luis Buñuel
Buñuel y Alberti |
Alberti fue amigo de Buñuel durante la época de la Residencia de estudiantes: Era una de las grandes figuras de nuestro grupo... y al principio lo tomamos por un pintor... Después de los años de la Residencia, en los que fuimos casi inseparables, volvimos a vernos en Madrid al principio de la guerra civil.[1] Lo que no evita para que en febrero de 1929 le escribiera en una carta a a José Bello: Alberti llega a producir en mí un malestar más grande que la idea de un Dios, que la materia fecal que fluye en el vientre de las mujeres bonitas, que la Sociedad de Cursos y Conferencias, que la jota aragonesa, que los conciertos de la sinfónica, que Aladrén: Alberti me repugna por los cuatro costados. El pobre intenta meterse con nosotros. Me alegrará que lo consiga. Alberti, el anti–vital y gárrulo Alberti...[2] La carta fue escrita en la época en que Buñuel mantenía sus disputas con García Lorca y además como toda carta, confidencial y no esperando que su contenido sea hecho público.
Max Aub, como ya sabemos colaboró con Buñuel en el guión de Los olvidados (1950) y le entrevistó en varias ocasiones para realizar su obra inconclusa: Buñuel, novela.
Rafael Alberti:
"Desde mi alta torre de la calle de la Princesa puedo mirar la Torre de Madrid, aquella en cuyo piso 25 Luis Buñuel me recibió una vez, en los días en que le escribí ese pequeño y divertido poema."
Luis Buñuel,
cuando viene a Madrid,
vive siempre en el piso
número 25 de esa pálida torre.
Desde aquí puedo verlo.
Qué salvaje de pronto y genial es,
lo mismo que aquel viejo inmortal sordo
que se metía en la cama
con la joven duquesa
sin sacarse ni el barro de las botas.
Luis: te irás al infierno, en el que crees,
y puede ser que Dios vaya de cuando en cuando
a visitarte.
Max Aub:
"Al volver a casa no puedo borrar la imagen de Buñuel, apoyado
en la reja de los jardines que comunican con el Campo del Moro, mirando pasar
aquella gente española de hoy":
El viejo está asomado en un balcón
de la Torre de Madrid
viendo la
manifestación
enorme frente al Palacio Real.
Cuando empieza a disolverse,
baja. Se acerca a
mirar
a los que vuelven
satisfechos, contentos
de haber visto la mano
en alto
a Franco.
La mayoría son jóvenes
de dieciocho a veinte años.
No quisiera creer
lo que está viendo:
esta mirando
desfilar su pasado.
¡Haber vivido para esto!
Allá, debajo,
gris de invierno,
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