Buñuel visto por (6). . . Max Aub
En este ya largo recorrido que llevamos para intentar entender en toda su complejidad la personalidad de Luis Buñuel, hoy tenemos un plato fuerte. Es muy importante, porque Max Aub (1903-1972) se podía tutear con Buñuel en todos los sentidos: aragoneses los dos, casi de la misma edad, compartieron muchos momentos de sus vidas, amigos, y ambos artistas, el uno escritor y el otro cineasta. Max Aub no va con el "respeto" o "miedo" que se le tiene al "maestro", sino que es un igual y además muy perspicaz. Supongo que sabréis que lo estuvo entrevistando durante unos años con la finalidad de escribir su Buñuel, novela, que se frustró porque murió antes, pero le dio tiempo para que llegara a conocerlo bastante bien.( El mes que viene editan la obra, que no sé como será, porque el "autor" lleva ya muchos años criando malvas),
En 1973, apareció en la revista Ínsula, nº 320-321, con el autor ya fallecido, un inédito suyo. Debido al gran interés que tiene lo reproduzco entero. Apreciarán los lectores que el estilo no es el de un periodista, sino el de un literato. La foto es la que acompañaba el artículo y el título también.
En 1973, apareció en la revista Ínsula, nº 320-321, con el autor ya fallecido, un inédito suyo. Debido al gran interés que tiene lo reproduzco entero. Apreciarán los lectores que el estilo no es el de un periodista, sino el de un literato. La foto es la que acompañaba el artículo y el título también.
LARGO PIE PARA UNA FOTOGRAFÍA DE L.B. POR LAS CALLES DE MÉXICO
Le fascina lo ilógico, que no tiene verbo, lo absurdo, que
tampoco disfruta de tal; lo que sí, que tampoco se puede declinar. Sólo es o no
es. No cuenta lo que se puede rechazar, rehusar, desechar, despedir, refutar,
verbos regulares. Sí lo irracional, no lo arbitrario; la arbitrariedad, no lo
inverosímil; la inverosimilitud, no lo imposible.
El despropósito, la enormidad, el desvarío, el
delirio, (ni la locura ni el devaneo), la burrada no la
necedad; la impertinencia mas no la extravagancia. Le
encanta la insentatez, la incoherencia, la
desconformidad, la ficción, el sueño, el
esperpento, las apariciones; a veces, la patochada, el
absurdo, la contradicción si es oposición, el contrasentido, las paradojas, el
disparate, el desbarro. Delirar, no llevar pies ni cabeza; pero nunca hablar a
tontas y a locas. Lo irracional, ante todo, por lo racional. Cierta brutalidad
por lo que tiene de bestialidad. Lo irrazonable, lo
disparatado ( que no son lo mismo: lo disparatado
puede ser razonable ). Lo inconveniente para lo que se
tiene burguesamente por ello. De allí su gusto por lo inmoral desde el ángulo
de la buena educación y por la pornografía, así se llame
erotismo por lo fino.
Prefiere lo nombres a los verbos: ni disparar, ni desbarrar,
ni desvariar, ni soñar ni delirar, sino lo sustantivo de los sustantivos: los
disparates, los sueños, embutidos en la realidad más vulgar y cotidiana.
Apaga y vámonos antes de pasar al humor, la ironía, al
donaire, la broma, la burla, la sátira, el sarcasmo, lo cáustico, lo mordaz, la
muerte de las ilusiones. Hágase la irreverencia, la desobediencia, la
rebeldía, el descaro, el desdén, el menosprecio
—sin llegar a la ofensa— la profanación, la blasfemia, la irreverencia; todo
sin hacer disonancia: desprecio, ofensa, profanación y blasfemia. Entre dos
aguas; haciéndose el inocente, para poder defenderse en caso necesario.
Ni crédulo ni incrédulo, ni religioso ni irreligioso, ni
comunista ni burgués (ni mucho menos anticomunista), ni anarquista ni
totalmente en contra, ni creyente ni increyente (en la magia, por ejemplo).
Escéptico sin serlo, ni ateo del todo, tal vez —no lo creo— descreído,
materialista hasta cierto punto, fiel e infiel, hereje sin saber de qué,
anticlerical con lagunas, irreverente, libertino, sólo en principio impío;
sacrílego sólo en las formas, descatolizado hasta el punto en que puede serlo
un español, que no es demasiado. Hipócrita en el buen sentido de la palabra,
que lo tiene. Atrevido sin querer. Amigo del desacato a las autoridades siempre
que no entrañe peligro para él. Adelantado. Bien educado. Egoísta y espléndido.
Amigo de ayudar. Difícil de enfurecer, pero no enemigo de dejarse llevar por su
temperamento. Amigo de los excesos, lo infrecuente; monstruo normal; nada
rencoroso; cascarrabias a veces; algo quisquilloso; malicioso; amigo de
retruécanos, anfibologías y ambigüedades; no le importaban los contrasentidos
ni la malicia ni la corrupción —teniendo muy en menos los vicios—. No le
importan las mentiras si no provienen o buscan enredos, jamás toma el rábano
por las hojas, ignora los malos pensamientos porque los descubre fácilmente. Ni
fresco, ni amoroso, ni suave. Terco, pertinaz, duro, casado con sus opiniones,
porfiado, cabezudo, tieso que tieso pero no duro de mollera, casi irreductible,
sordo, impertinente, testarudo, obcecado, pero no fanático; constante,
sectario, defensor de sus amigos; empecinado pero sin manías, cumple lo que
promete y sabe lo que es hacerse responsable a pesar de su afición a lo
irracional. Puntual sin falta, se sale de sí si los demás no lo son.
Amigo de papar moscas, mirar las musarañas, el frío, andar,
matar el tiempo, la ociosidad y el buen vino, los aperitivos dulces, las
cremas, la repostería, y si de comer se habla todavía no conozco plato —si bien
aderezado— al que no le entre como valiente; no tiene, en la mesa,
preferencias: lo popular y lo muy preparado en cocina de altos gorros y pinches
le tientan por igual. Come —comía ¡ay!— como un tudesco, un gabacho, un
aragonés. Dicen: «Después de Dios, la olla»; para él tanto montan, a sus horas.
Fue hombre de convites, gastrónomo de taberna y tragaldabas de restaurantes de
los más nombrados. Polífago.
Parcial, con preferidos, predilectos, favoritos, debilidades
por quienes tal vez no las merecían (¿quién no?), prejuicios (pero capaz
fácilmente de echarlos por la borda), obstinado, intolerante, con ciertas
obsesiones, de buenas costumbres, sin importarle el que dirán, parece más
caviloso, por los años, de lo que es y está.
Inteligente, crítico arbitrario y por lo tanto excelente.
Amigo de sus amigos, cuanto más viejos mejor, por su amor a la vida.
Respetuoso del azar. Amante de lo ilógico. Cara de verdugo;
de andar ya recargado por sus años, poco dado a demostrar sus efectos, por ahí
va al Supermercado, Luis Buñuel a comprar sardinas frescas, si las hay; Noilly-Prat, si se encuentra una botella.
Incapaz de viajar con un paquete, feliz de que un amigo le traiga uno de
Gitanes. Contradicción hecho arte.
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