Las aficiones de Luis Buñuel: los disfraces, el hipnotismo y las armas de fuego
Vamos a tratar aquí de tres aficiones poco conocidas de Luis
Buñuel. Primero los disfraces.
Adoro los disfraces, y
eso desde mi infancia…El disfraz es una experiencia apasionante que recomiendo
vivamente, pues permite ver otra vida. Cuando va uno de obrero, por ejemplo, se
ofrecen automáticamente las cerillas más baratas1...Nos
disfrazábamos de todo: de barrendero, de ujier universitario, de cura. Era como
una divertida forma de explorar las clases sociales2...
Me he disfrazado
muchísimo, de todo Nos disfrazábamos, entre otras cosas, por lo menos yo, para
ver la sociedad desde otro punto de vista. Vestidos de obreros, sin afeitar,
con boina, el mono sucio, una bufanda, la gente no nos hacía caso. Ibas a un
estanco y te despachaban el último. Pedías cerillas y no había duda: te las
daban de cinco céntimos. Por la calle las niñas ni te miraban.
Buñuel, Juan Vicens, Jeanne Rucar y su hermana |
También de cura. Con
quien más me he disfrazado, y de todo, es con Navás, de paleto, de obrero.
Bueno, de obrero me disfracé con Federico, y anduvimos por todas partes. Me
acuerdo que nos tropezamos con Melchor Fernández Almagro y con José de Ciria y
Escalante —¿te acuerdas de Ciria?—, que salían del café Regina, y nos
tropezamos duro con ellos. Yo le di un empujón a Melchor, y empezamos a
insultarles: «Estos cochinos señoritos que no saben a dónde van». No nos
conocieron. ¡Que no se conocieran Melchor y Federico! ¡Es fenomenal eso de
disfrazarse! Me he disfrazado de todo. Un día me disfracé de alférez de
Sanidad. Era un uniforme que tenía el doctor Pascua, que había hecho su
servicio militar en Sanidad, como es natural. Debió de ser el año 21 cuando yo
hacía mi servicio militar. Si me cogen, eran cinco años de cárcel. Lo mismo que
cuando me vestí de cura. Era el mismo castigo. Como sabes, yo hacía mi servicio
militar con Juan Chabás. Lo primero que hice fue ir a casa de Chabás. Él me
recibió temblando y no me reconoció. Solo cuando entré y pasamos el pasillo, se
dio cuenta. Pero no es solo eso: en la calle de Carretas, servía yo en
Artillería, me crucé con dos de mi batería. No me saludaron. Entonces me volví
y les dije: «Oigan, ¿no saben cómo se debe saludar a un oficial?». Se quedaron
muy azorados y no me reconocieron. Les dije: «Pues ahora mismo se presentan en
el cuartel y le dicen al oficial de
guardia lo que ha sucedido
y que les arresten». Al día siguiente estuve con ellos y les pregunté: «Qué os
pasó ayer?». «Nada. Un cabrón alférez que nos quiso mandar aquí a que nos
presentáramos para que nos arrestaran... Claro que no lo hicimos».
Buñuel de don Juan Tenorio |
Un día me vestí de
cura y llevé otra sotana para Federico. Las saqué de una casa que había en la
Corredera Baja, que alquilaba trajes para el teatro. Nos habíamos citado a las
siete en la glorieta de Colón. No vino. Pasaba el tiempo, pasaba el tiempo, y
por allí rondaba una pareja de la Guardia Civil. Y yo sin saber qué hacer. A
las siete y media ya no pude más y me fui a la Residencia. Federico llegó a las
ocho y media y no me dijo ni pío. Con Navás hicimos muchas barbaridades. Él iba
vestido de paleto y yo, de bedel de Veterinaria. Íbamos a los restaurantes y,
por ejemplo, se comía los plátanos con cáscara y todo, y yo hacía señales
desesperadas a los demás y decía: «Mi primo llega del pueblo». En la calle, en
los tranvías, a base de lo mismo, hacíamos toda clase de tonterías. Hasta íbamos
a casas non santas. Entreabrían el ventanillo: «Aquí está mi primo, que viene a
ver si puede...». Cerraban el ventanillo. Volvíamos a llamar, y Navás sacaba un
pañuelo de yerbas y empezaba a hacer y deshacer nudos hasta sacar dos o tres
duros. Y nos volvían a cerrar el ventanillo. Sí, me he disfrazado mucho. De
bedel, de portero... Pero eso no es nada al lado de las cosas que hacían
Federico y Dalí. Entre otras cosas, lo que les gustaba era estafar a los
sudamericanos. A los diplomáticos. Les pegaban unos sablazos como de, por
ejemplo, cien o doscientas pesetas. Y echaban a correr.
Max Aub.: Se dice que Federico y tú solíais subir a los
tranvías disfrazados de monjas.
L.B.: No. Lo de los
tranvías de Madrid, ya lo sabes, lo cuenta todo el mundo. Lo de la monja ya te
lo conté también: fue en París, con Juanito Vicens. Me vestí de monja pero
todo arreglado: pintada la boca de corazón. Vicens iba de cura. Era para el
baile en Bullier, el baile de Quat'z'Arts, pero antes fuimos a La Closerie des
Lilas. Pedimos algo y yo me senté encima de las rodillas de Vicens... Fue la
noche en que Rafael Sánchez Ventura se vistió de niño de primera comunión. Es
uno de sus grandes recuerdos porque dice que tuvo más éxito que en todos los
otros.3
Buñuel disfrazado de monje durante el rodaje de Él |
Disfrutaba vistiéndose de monja. En una ciudad tan dada a
los bailes de disfraces como París, hallaba muchas oportunidades para ello, y
Buñuel solía ponerse una cofia almidonada y un hábito y completaba el efecto
con maquillaje y una expresión de santidad. Se paseaba por París acompañado de
Viñes o Vicens de la Slave vestidos de monjes. En los autobuses pellizcaban o
metían mano a las mujeres que, cuando se volvían para protestar, se encontraban
con sus miradas piadosas o un pestañeo malicioso. Buñuel justificaba esa costumbre
por lo que de anticlerical tenía, aunque también la encontraba sexualmente excitante.4
"Esta afición por los disfraces le lleva
inevitablemente al teatro. Buñuel es uno de los más activos participantes en
todos los montajes teatrales que se llevan a cabo en la Residencia."5
A Buñuel el travestismo le gustaba y le interesaba. Sentía
como si sus vivencias se enriqueciesen al meterse en el pellejo de otra
persona. Por otra parte, el interés por el travestismo y el disfraz o su
utilización como elemento provocador estaba muy acorde con el espíritu
surrealista.6 Una muestra la encontramos en Viridiana en la escena en
que don Jaime se calza el zapato de su difunta esposa y en Ensayo de un crimen
donde el niño se pone ropas de su madre. Buñuel por otra parte sale disfrazado de monje al final de Él, y de marista en la pasarela de La edad de oro y actúa de cura en En este pueblo no hay ladrones.
En segundo lugar, el hipnotismo:
Orden de Toledo: Buñuel disfrazado de cura |
Su interés por el hipnotismo data de la época de su juventud
en Madrid (1917–25) Llegó a practicarlo de
los veinte a los veintitrés… Una vez, en no sé qué teatro, había un
hipnotizador que invitó a quien quisiera del público a subir al escenario para
hipnotizar a cualquiera de los que estaban ahí. Subimos otra persona y yo, y,
efectivamente, miré a una de las personas que estaban allí, la apunté con el
dedo y le dije: «Duérmete». Y se durmió. Luego hice muchas experiencias y
muchas cosas de hipnotismo y de transmisión del pensamiento. Entonces
estudiaba yo para ingeniero y me reunía en Fornos con un grupo de estudiantes
de medicina…íbamos a los burdeles de la calle de la Reina...Me sucedió una cosa
curiosa. Teresita era la más guapa, y yo la hipnotizaba, la dormía, con cierto
trabajo, pero lo curioso es que su hermana, que era muy fea, con un párpado
colgando, horrible, y que trabajaba al lado, en la cocina, era una médium
estupenda y, cuando yo quería dormir a Teresita, la que recibía los efectos
inmediatos era Rafaela. Porque la hermana se llamaba Rafaela…Evidentemente,
estaba enamorada de mí. Era una muchacha callada, fea.
Viridiana: don Jaime poniéndose el zapato de su esposa |
Aunque no encontremos restos de su afición al hipnotismo en su obra, en su
opinión el cine provoca otro tipo de hipnosis: Creo que el cine ejerce cierto poder hipnótico en el espectador. No hay más que mirar a la
gente cuando sale a al calle, después de ver una película: callados, cabizbajos, ausentes...La
hipnosis cinematográfica, ligera e imperceptible, se debe sin duda, en primer
lugar a la oscuridad de la sala, pero también al cambio de planos y de la luz y
a los movimientos de la cámara, que debilitan el sentido crítico del espectador
y ejercen sobre él una especie de fascinación y hasta de violación. Por eso
a Buñuel siempre le ha interesado mucho tener
la cámara en movimiento. Lo que Jean–Claude Carrière confirma: “(Buñuel)
cree firmemente en la fascinación de la cámara en movimiento. No concibe, ni
aun siquiera cuando trabaja en el guión, un plano fijo. Sin embargo, no quiere
que se noten jamás los movimientos. Estos son imperceptibles y los coordina tan
bien con los de los personajes que no nos damos cuenta de ellos, creando una
especie de hipnosis inconsciente”8
Ensayo de un crimen: El niño con las ropas de su m |
Por último, las armas de fuego:
Desde muy joven, tuve
gran afición a las armas de fuego. A los catorce años apenas cumplidos, me
había hecho con una "Browning" que siempre llevaba encima,
clandestinamente, por supuesto... A
veces cogía la pistola grande de mi padre y me iba al campo a hacer puntería.9
Mi afición por las
armas se la debo a mi padre... en La Habana vendía de todo... incluso armas... La casa Smith y Wesson... le
regalaba algún revólver... Cuando yo estaba malo, a veces, mi padre entraba en mi habitación a
verme y me prestaba o me regalaba alguna.10
...Siempre me han
gustado las armas, desde mi infancia. Hasta estos últimos años en México
llevaba siempre una encima. Pero debo precisar que nunca la utilicé contra mi
prójimo.11
He poseído hasta 65
revólveres y fusiles... He practicado el tiro un poco por todas partes, incluso
en mi despacho...No se debe disparar jamás en una habitación cerrada. Así perdí
yo una oreja en Zaragoza.12
Tengo la pasión de las
armas y fabrico yo mismo mis cartuchos. Mi sueño era meter en ellos una carga
de pólvora tan débil que si se hacía un disparo sobre un hombre, la bala sería
detenida por las ropas y caería a tierra, sin haber ni siquiera rasguñado la
tela. Ensayé con un viejo abrigo. Los resultados fueron satisfactorios.
Proyecté invitar amigos a mi casa para pedirles que tiraran sobre mí, con estos
cartuchos especiales...Antes quise ensayar la experiencia ante Juan Luis y le
dije: "Voy a tirar sobre el periódico y verás como la bala no atraviesa el
papel". Por precaución situé detrás de mi blanco un anuario telefónico.
Disparé. La bala atravesó el periódico y el grueso volumen casi por entero. Si
la hubiera disparado contra un hombre, lo habría matado.13
Tenía fusiles, máuseres, revólver, pistolas. Tenía una especie de caracola para disparar...Yo recuerdo haber ido por las calles de México en su coche y en la guantera llevaba un revólver.14 Tenía un salón “que podía ser un galeón o la sala de armas de un club a al antigua. Allí, en medio del recinto estaba Luis Buñuel, completamente desnudo. Pero esto no es tan asombroso como ver (y oír) a Buñuel con un revólver- descargando balazos contra una diana aparentemente en fuga. Buñuel tiraba al blanco y el estruendo de cada disparo lo multiplicaba un eco tronante. Pero Buñuel disfrutaba este placer de tirar tiros por gusto.15
Tenía fusiles, máuseres, revólver, pistolas. Tenía una especie de caracola para disparar...Yo recuerdo haber ido por las calles de México en su coche y en la guantera llevaba un revólver.14 Tenía un salón “que podía ser un galeón o la sala de armas de un club a al antigua. Allí, en medio del recinto estaba Luis Buñuel, completamente desnudo. Pero esto no es tan asombroso como ver (y oír) a Buñuel con un revólver- descargando balazos contra una diana aparentemente en fuga. Buñuel tiraba al blanco y el estruendo de cada disparo lo multiplicaba un eco tronante. Pero Buñuel disfrutaba este placer de tirar tiros por gusto.15
Solíamos ir a menudo a un club de tiro, en la carretera de
Toluca, a las seis o las siete de la mañana, a disparar con un rifle de gran
calibre. Después nos esperaba un desayuno de huevos rancheros mexicanos, un
café y un pitillo. Luego practicábamos el tiro rápido de pistola, contra
silueta, hasta que regresábamos a casa a limpiar las armas. Él cargaba sus
propias balas con bastante pólvora.16
Tenía muchas. Cuando yo
ya era mayor, en México, íbamos a menudo al club de tiro de Cuautomoc, que estaba
en la carretera de Toluca.17
Esta es una más de las contradicciones de don Luis. Le gustaban mucho las armas, pero huía de los conflictos armados. Las manos que cargan las pistolas en Belle de jour son las de Buñuel (Ver post de cameos).
Esta es una más de las contradicciones de don Luis. Le gustaban mucho las armas, pero huía de los conflictos armados. Las manos que cargan las pistolas en Belle de jour son las de Buñuel (Ver post de cameos).
NOTAS:
2 Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel. Pág.:18
3 Max Aub: Luis Buñuel, novela, Cuadernos
del vigía, 2013, págs. 81-2
4 John Baxter: Luis Buñuel. Pág.: 70
6 Julio Diamante, en: AA. VV.: Camino y encuentro con Luis Buñuel.
Pág.: 82
7 Max Aub: Luis Buñuel, novela, Cuadernos
del vigía, 2013, págs. 78-9.
8 Agustín Sánchez Vidal: El mundo de Luis Buñuel. Pág.:28
9 Luis Buñuel: Mi último suspiro. Pág.:32
10 Max Aub: Conversaciones con Buñuel. Pág.:41
11 Luis Buñuel: Mi último suspiro. Pág.:202
12 Luis Buñuel: Mi último suspiro. Pág.:219
13 Georges Sadoul, en: Viridiana (Era). Pág.: 32
14 AA. VV.: Testimonios sobre Luis Buñuel En: Turia, nº 28-29. Pág.: 217
15 Guillermo Cabrera Infante, en: Raúl
Carlos Maícas: Miradas sobre Buñuel
En: Turia, nº 50. Pág.: 184
16 Juan Luis Buñuel : Buñuel 100 años. Prohibido... Pág.: 127
17 Juan Luis Buñuel : En torno a Buñuel. Pág.: 135
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