Buñuel y los sueños
Si
me dijeran: te quedan veinte años de vida, ¿qué te gustaría hacer durante las
veinticuatro horas de cada uno de los días que vas a vivir?, yo respondería:
dadme dos horas de vida activa y veinte horas de sueños, con la condición de
que luego pueda recordarlos; porque el sueño sólo existe por el recuerdo que lo
acaricia.
Adoro
mis sueños, aunque... sean pesadillas y eso son las más de las veces... Esta
locura por los sueños, por el placer de soñar, que nunca he tratado de
explicar, es una de las inclinaciones profundas que me han acercado al surrealismo
...
“La
confianza de los surrealistas en el sueño procedía de la capacidad de ese
estado de la mente para relacionar los más diversos lugares y tiempos, los
escenarios más insospechados y las voces más profundas a través de las cuales
se expresa el deseo. Para ellos se trataba de un “espectáculo interior”, un
“cine perfecto” que colmaba multitud de expectativas...Los surrealistas
trabajaron duramente para hacerse con el lenguaje de los sueños o, al menos, beneficiarse
del acceso que permitía al inconsciente...”[1]
Subida al cielo |
A Max Aub le entregó una lista con sus 20 sueños
recurrentes:
LUIS BUÑUEL: Los veinte sueños están aquí. Muy
esquemáticos, los he escrito para mí, para acordarme. Sueños repetidos de cinco
a docenas de veces, todos; el que menos, son cinco o diez veces.
MAX AUB: Pero ¡en cuánto tiempo?
L.B.: En los últimos quince o veinte años. Son,
primero, el célebre tren. Lo he soñado unas veinte veces, algo con un tren, una
estación. El tren se marcha, llevo mis maletas, ¡pum!, se me ha ido. Otro tren:
subo, dejo las maletas, bajo del tren y digo: «Pues me voy a pasear por el
andén un momento». Me distraigo, el tren se me va, adiós maletas. «Mis
maletas... no sé qué». Variaciones sobre eso he soñado muchas veces. Que pierdo
el tren, que pierdo las maletas, que llego a la consigna y es muy complicado,
con mucha burocracia, tengo que ir a..., y así se me va el tren.
Otro sueño: precipicios. Ya sea en una montaña, en una
cima o en un edificio muy alto. Me paralizo en un sitio, con solo un pequeño
reborde. Un sueño muy corriente. A veces logro descender o me despierto. Hace
unos quince o veinte años me tiraba y no me pasaba nada porque era consciente
de que estaba soñando y me tiraba. Pero ya no me atrevo.
Otro: mi padre y mi madre viven. Sé que están muertos,
siento una gran emoción dolorosa y al mismo tiempo tengo compasión por ellos,
sobre todo por mi padre. Tengo compasión de que esté muerto y tengo que
disimular delante de él. Y está muy serio en la mesa, yo digo cualquier cosa;
digo: «Yo sé que está muerto». Pero no, qué lástima.
Otro: debo intervenir en una representación teatral y
no me sé el papel. Angustia, coño. Esto es muy largo, veo una habitación
inmensa con butacas, un escenario, la gente está por el escenario y tengo que
hacer el papel equis y no sé cuál.
M.A.: ¿Hay público?
El discreto encanto de la burguesía |
Otro: la fornicación, eso siempre, desde hace
cuarenta años. Fornicación dificultada casi siempre. Me observan los vecinos
por la ventana, o entran a destiempo en la estancia, o no encuentro el sexo, o
el sexo está obturado. O sea, que estoy en un plan magnífico, estoy cachondo,
pero...
M.A.: Lo de la ventana es muy importante.
L.B.: Sí, que me ven por la ventana los vecinos. Una
chica que me gustó mucho en San Sebastián, hace cuarenta años, está conmigo,
con todos sus hermanos en el balcón y digo: «Bueno, tengo la mujer aquí». Corro
las cortinas, pero no puedo fornicar nunca en sueños.
Otro: no tengo trabajo ni esperanza de tenerlo.
Angustia. Desesperación. No tengo trabajo, pero bueno, pues yo debía hacer una
película, ¿no? Esto es muy largo, porque luego hay incidentes en el sueño: voy
a buscar trabajo, es imposible, no me dan. Gran desesperación.
M.A.: ¿Eso es después de tu llegada aquí, a México?
L.B.: Desde hace quince o veinte años, todos estos
sueños se repiten.
M.A.: Porque es que hay razones, condicionantes...
L.B.: Es posible, es posible..., y en América también.
No te puedo precisar cuándo han empezado todos estos sueños, todos son en mi
vida recientes, son de hace veinte, veinticinco años. Sobre todo, desde hace
unos quince años se repiten mucho. Hay algunos sueños que los he tenido unas
veinte o treinta veces.
Otro: no tengo dinero. No tengo dinero ni me atrevo a
pedirle dinero a mi madre, pues ya me ha dado mucho, y no sé qué voy a hacer.
No pienso en la familia. Es la angustia de no tener dinero. Terrible.
Belle de jour |
M.A.: ¿En forma de ectoplasmas o algo así?
L.B.: Sí. Pero generalmente de muertos. La aparición
de un muerto. Mucha angustia, pero lo resisto bastante bien.
Otro: este es psicoanalíticamente muy claro. Tremendo
también. Lo he soñado unas siete u ocho veces, desde que hice La
muerte en este jardín, en Catemaco. El sueño es de unas aguas tibias,
un poco aceitosas, inmóviles, glaucas, están junto a la selva. La selva empieza
aquí, pero los árboles son muy grandes y cubren las aguas con sombra. Yo estoy
en el agua y nado pacíficamente, casi floto porque es muy densa, como aceite,
ya te digo, glauca, o sea, como ojos verdes, verdosa. Eso es la madre, ¿no? No
hay duda. He soñado el lago, árboles, tierra, el líquido amniótico. Yo nado
pacíficamente, pero tengo miedo. La selva me produce miedo, pero tengo una
cierta voluptuosidad al mismo tiempo. Da gusto, pero también miedo. Un gran
silencio. Todo inmóvil. Es la madre.
Otro, repetidísimo: arañas en mil variaciones. Llego a
un sitio, muchas vigas, me acuesto, empiezan a salir patas de araña. Son mil
variaciones. Insoportable.
Otro que lo tiene mucha gente: las fieras. Es muy
conocido también: toro, tigre; huyo; voy a una corrida de toros, el toro se
escapa, huyo por los corredores, me persigue el toro, cierro una puerta, pero
el toro es muy potente y me despierto.
Otro importante: he sido cómplice de un asesinato. Yo
maté a alguien en combinación con otros amigos hace ocho o diez años, lo
enterramos. Han pasado diez años y, de pronto, me entero de que a uno de los
cómplices míos, que no sé quién es, lo ha detenido la policía. Se ha
encontrado un brazo del muerto. Pánico enorme de que me descubran a mí. Gran
temor de que la policía me descubra.
Otro: sueño inefable, el único inefable, religioso. En
medio de una música enternecedora, extraordinaria, una música maravillosa, se
me aparece la Virgen, la Mater Purísima, pero estereotipada con el manto azul,
el blanco...[3]
La vía láctea |
M.A.: Sí, la de tus películas.
L.B.: Me sumerjo en una emoción dulcísima. Creo comprender
por el sentimiento, no por la razón, ciertos misterios de la religión. Me dura
mucho tiempo la emoción de ese sueño. Es el único que tengo positivo.
Otro: sueño narrado, lo he puesto exactamente en El
discreto encanto de la burguesía. Es el sueño de que voy por una
calle, me encuentro a un amigo: «Qué haces por aquí? Te he visto con Pepito».
«Pero ¿cómo con Pepito? Murió hace quince años». «Ah, pues tienes razón, murió.
Pues me lo he encontrado aquí». Llega una chica con una túnica blanca, que no
ha sido mi amante ni nada, pero con una gran ternura nos besamos y luego
resulta que son todos muertos.
El discreto encanto de la burguesía |
Otro: defecación o desnudez en público. Este lo
habrás tenido tú también. Que me hallo en la Reforma o en los Campos Elíseos y
estoy defecando, ¿no?, y toda la gente pasando y yo disimulando ahí..., y no sé
qué hacer y me pongo y digo: «Coño, ahora la gente, ¿qué hago yo?». Me levanto,
en fin... las paso negras.
Otro: tempestad, lluvia, rayos. Busco cobijo. También
es un sueño largo. Bosque, una quinta bonita con los vidrios grandes, empieza a
llover, pánico, los rayos, busco cobijo pero a lo mejor cae un rayo aquí. Entro
a barrer una habitación con cristales, y me pasan cosas. Siguen la tempestad,
los rayos, el pánico. Angustia también.
Los olvidados |
Otro: engaño a mis padres. No he terminado el
bachillerato. Estoy en cuarto de bachillerato y no lo puedo terminar, y ya
tengo mi edad. Entonces digo: “¿Qué hago ahora yo? Pues mi padre ha muerto ya.
¿Y mi madre? Pues qué carajo, yo me gano la vida, tengo ya una carrera, que se
fastidie». Pero los exámenes van a ser pasado mañana y no he ido a clase los
últimos meses, la historia universal, geografía... las paso negras. Y digo:
«Bueno, pues voy a decirle a mi madre que se vaya a paseo. No me hace falta
carrera a mí, ya tengo manera de vivir».
Y el último sueño es la autofellatio, que me puedo
succionar el miembro. El tronco debe de ser muy pequeño en el sueño, porque
puedo perfectamente chupármela. Pero no me produce ningún placer. «Coño, es
estúpido, no me gusta nada esto, qué suerte -digo yo- poder succionarme, ¿verdad?».
Pero no, nada.
M.A.: ¿Y ese es muy viejo o...?
L.B.: El autofellatio es muy
viejo también. Lo habré soñado unas seis, siete, ocho veces. Bastante viejo.
Esos son los veinte sueños que recuerdo. En verdad está todo: la religión, el
erotismo, la muerte...[3*]
Los olvidados |
Buñuel
se interesa sobre todo, por destacar esa fuerza que emparenta el cine con el
sueño. Entre la lógica del sueño y la cinematográfica no hay solución de
continuidad. Estamos ante dos mecanismos que se anudan indisolublemente. El
realismo de la imagen fílmica se pone, naturalmente, al servicio de la
presentación de ese espacio onírico cuyas diferencias con el de la vigilia son
decretadas irrelevantes. Lo posible y lo imposible, lo verosímil y lo
inverosímil, lo racional y lo irracional dejan de ser posiciones opuestas desde
las que articular el mundo sustentado por la diégesis: todo se iguala ante la
mirada de la cámara....Si se quiere buscar una fórmula para definir este
aspecto del cine que nos ocupa, propongo la siguiente: Buñuel rueda con la
cámara a la altura del inconsciente.[5]
Subida al cielo |
Los
sueños son para Buñuel una obsesión que explora el misterio humano, pero también, cuando el argumento se agosta o
es endeble, son un recurso, más o menos significativo, para alargar un film. A
un productor mexicano, le dijo Buñuel: No
se preocupe si el film queda demasiado corto meteré un sueño.[7]
El
sueño para Luis Buñuel no sólo no es irreal sino la más poderosa vía de acceso
a la trama de la realidad.[8]
En
su primera película Un perro andaluz Buñuel y Dalí,
no se limitaban a anotar sus sueños. Hacían algo mucho más importante,
al menos para entender la trayectoria del realizador: partían del
funcionamiento real del pensamiento durante el sueño para explotar los
fantasmas de la adolescencia y, en particular, los que acompañan al sexo y la
muerte. [9]
En
el proceso de integración del mundo de los sueños en el cine de Buñuel se
pueden distinguir distintas etapas.
Robinson Crusoe |
En
una primera etapa, el director incorpora los sueños o ensoñaciones en sus películas
como una parte de la realidad. Esta etapa comprende desde Un perro andaluz hasta
una gran parte de su producción mexicana. En Los olvidados los sueños
se presentan cuando el sujeto duerme y presenta signos convencionales que los
señalan como tal (el desdoblamiento hecho posible por la sobreimpresión del
personaje, la cámara lenta). En Subida al cielo, la aparición del ensueño se hace más natural y menos
previsible. Los ensueños se presentan durante la vigilia, entre el sueño y la
conciencia. Por no hallarse dormido completamente, sino dormitando, se ligan
elementos inmediatos o presentes. El ensueño dura mucho más que en Los
olvidados y es uno de los más bellos de toda su filmografía. Robinson
Crusoe no supone un progreso, ya que utiliza un filtro difusor y una
narración explicativa para diferenciar claramente lo onírico y la realidad en
la escena en que se expresa el dominio de su padre. Las alucinaciones febriles
se usan para revelar los rencores acumulados y los temores ante situaciones
incontrolables. A veces son alucinaciones: en Él los delirios patológicos del protagonista le llevan a confundir
la realidad con una idea que se ha vuelto obsesiva y en Abismos de pasión, el amor obsesivo de Alejandro por Catalina le
impide aceptar su muerte, y cree verla descender vestida de novia a la fosa. El
trance erótico de Beatriz en Nazarín se identifica como imaginado
por el personaje mediante una oscilación de la imagen como reflejada en el
agua. En Simón del desierto, el protagonista usa la imaginación para
transformar una situación real. Simón idealiza la posibilidad de bajar de la
columna para disfrutar la presencia de su madre.[10]
El ángel exterminador |
En
una segunda etapa –ya anunciada con La edad de oro y que comienza con El ángel exterminador– los sueños o
más bien el sueño comienza a rodear toda la película. Este se presenta como una
dimensión nueva de la realidad. La frontera entre lo onírico y lo real se
desdibuja. Fiel en esto a las intuiciones profundas del surrealismo, Buñuel
parte del postulado de que el espíritu no es cortado en dos por la noche, que
nocturno y diurno, sueño y realidad son dos vasos comunicantes: no hay realidad
sin sueño ni sueño sin realidad. Como es el caso de Belle de jour y de Tristana,
los dos mundos se infiltran más y más el uno en el otro. No se sabe bien si el
Buñuel surrealista no debería más bien calificarse de “soñador”. En El
ángel exterminador, sus imágenes,
como las del sueño, no reflejan la realidad: la crean; tienen una lógica propia
cuyo secreto no puede encontrarse en relación con la realidad tangible. Por
esto no es una película simbólica con un valor de referencia.[11]
En
Belle
de jour, Buñuel no sólo inserta secuencias aparentemente oníricas que
no están en la novela de Joseph Kessel, sino que además rodea el relato de
indeterminación del principio al fin...Tal ambigüedad no depende de la falta de
indicios que distingan las secuencias, porque sí los hay suficientes para
elaborar un criterio de lectura. El espectador puede no saber a qué atenerse en
cada momento, pero ya sea por el modo en que la secuencia se inicia o concluye,
o por los datos que contiene, a medida que avanza la película, va generando una
impresión sobre el nivel de realidad de las partes. La transgresión final de
los límites que las separan no se funda en la
indistinción sino en la
equivalencia. El discurso presenciado es por completo imaginario, es ficción, y
a la vez tiene todo él la apariencia realista…lo real y lo imaginario se
integran en una única surrealidad, en la cual se producen interferencias entre
niveles superpuestos. En el orden del discurso los desplazamientos de uno a
otro nivel tienen lugar sin solución de continuidad, desdibujando las barreras.
En Belle
de jour asistimos a la realización de las fantasías de Séverine por
partida doble: hace realidad sus deseos sexuales y sus sueños se presentan como
reales...Aunque la técnica de la representación muestre una evolución respecto
a películas anteriores, el planteamiento estaba ya plenamente desarrollado
desde Un perro andaluz. La visión de lo real y lo imaginario como
vasos comunicantes, percibidos con idéntica objetividad fotográfica, es una
constante de la poética de Buñuel desde antes incluso de su contacto personal
con el movimiento surrealista."[12]
Belle de jour |
A
veces es difícil decir qué es realidad y qué es sueño en muchas de sus
películas, ya que no hay ninguna indicación técnica o estilística que nos
permita diferenciarlos. En una película narrativa clásica, para no confundir a
los espectadores, se distinguirían las escenas oníricas de las reales: mediante
un cambio en la fotografía –color diferente, contornos borrosos...el sonido,
etc. En Tristana, por ejemplo, en la secuencia del campanario, no
sabemos si es onírica la totalidad de la misma o sólo la parte –cuando el
aparece el badajo-cabeza de don Lope-; la definición fotográfica es la misma en
toda ella.[13]
Tristana |
En
El
discreto encanto de la burguesía, el comisario de policía dice:
"Estaba soñando que usted dejaba en libertad a los detenidos... Oh, los
sueños son a veces realmente..." Los dos se ríen comentando lo inverosímil
de la pesadilla, cuando suena el teléfono: es el Ministro del Interior, que
ordena la puesta en libertad de los detenidos...Lo que antes se soñó se
convierte en realidad.
Buñuel llevó hasta el extremo
su virtuosismo narrativo. Si antes había introducido una función teatral en un
sueño dentro de otro sueño, ahora acaba de introducir un flash-back dentro de
un sueño que a su vez se imbrica en otro sueño.
La vía láctea |
Incluso
toda la película podría ser un sueño de Rafael. Gracias a su enorme astucia
narrativa, Buñuel nos va introduciendo en situaciones cada vez más
incongruentes, contadas con una gran fluidez, por lo que nos encontramos ya en
plenas arenas movedizas en el momento en que nos apercibimos de la situación.
Para entonces las pesadillas ya no son una prolongación o apéndice de la
"realidad": la propia trama de la película son las pesadillas.
El fantasma de la libertad |
El
discreto encanto de la burguesía
no sólo nos muestra como tema una serie de frustraciones, sino que su propia
forma frustra nuestro consumo de la película, introduciendo al espectador en un
continuo trance o tensión que no logra desembocar nunca en un final
gratificante y satisfactorio. De hecho, acaba en el leitmotiv de los personajes
en la carretera mientras se oye como ruido de fondo un avión y en la pantalla
no aparece la palabra FIN.[15]
En
El
fantasma de la libertad, Buñuel llega a filmar los contrarios, abolir
el principio de no contradicción. Porque en este filme las oposiciones están
suprimidas: la hermana del prefecto está a la vez viva y muerta, la tía de
François es a la vez vieja y joven, Faucould rompe las barreras entre el sueño
y la realidad... lo que Buñuel sugiere a
lo largo la existencia de un mundo donde las contradicciones no existen.
[1] Agustín Sánchez Vidal: El mundo de Luis Buñuel. Caja de Ahorros
de la Inmaculada. 1993, Pág.:96
[2] Horacio Valcárcel: El León de Calanda. En: Nickelodeon, nº
13, invierno 1998, pág. 186
[3] En La vía láctea Buñuel
trató de reconstruir esta imagen.
[3*]Max Aub: Luis Buñuel, novela, Cuaderno del vigía, 2000, págs. 209-14.
[3*]Max Aub: Luis Buñuel, novela, Cuaderno del vigía, 2000, págs. 209-14.
[4] Juan J. Vázquez : Los enigmas de un sueño En, : Luis Buñuel. Los enigmas de un sueño,
Gobierno de Aragón, 2000, Pág.: 20
[5] Santos Zunzunegui: Paisajes de la forma. Ediciones Cátedra.
1994. Pág.: 121
[6] Maurice Drouzy: Luis Bunuel architecte du rêve. Lherminier,
1978. Pág.: 104
[7] Medardo Fraile: Imágenes oníricas en un martini seco.
En: Nickelodeon, nº 13, invierno 1998, Pág.: 34
[8] Daniel González Dueñas: Luis Buñuel: La trama soñada, Cineteca
Nacional, 1993, Pág.: 7
[9] Agustín Sánchez Vidal: El mundo de Luis Buñuel. Caja de Ahorros
de la Inmaculada. 1993, Pág.:96
[10] Iván H. Ávila Dueñas: El cine mexicano de Luis Buñuel.
Instituto Mexicano de Cinematografía, 1993, Pág.: 291
[11] Salvador Elizondo, en:
Emilio García Riera : Historia documental
del cine mexicano, Vol VIII. Pág.: 235
[12] Antonio Monegal: Luis Buñuel de la literatura al cine.
Anthropos, 1993, Pág.: 143
[13] Aitor Bikandi-Mejias: Galaxia Textual: cine y literatura, Tristana
(Galdós y Buñuel). Ed. Pliegos, 1997, Pág.: 136
[14] Maurice Drouzy: Luis Bunuel architecte du rêve. Lherminier,
1978, Pág.: 266
[15] Agustín Sánchez Vidal: Luis Buñuel. (Ed. J.C.), 1984, Pág.: 354
Como siempre, excelente. Cuando dices "Un tercer período abarca los dos últimos filmes", haces referencia a "El fantasma de la libertad" y "El discreto encanto de la burguesía", pero no mencionas "Ese oscuro objeto del deseo", que es realmente su último film.
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