Comentarios de Jean--Cluade Carrière a El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de la bourgeoisie, 1972)
Igual que ocurriera con Belle de jour, el DVD de El discreto encanto de la burguesía
(Studio Canal, Universal), viene acompañado de un documental: Un
paseo entre sombras (Une promenade parmi les ombres,
2005) de Luc Lagier, para Studio Canal Vídeo, que es bastante interesante,
sobre todo por las declaraciones del coguionista de la película Jean-Claude
Carrière. A continuación pueden encontrar lo que nos cuenta de la redacción del
guion de la película:
El discreto encanto es
un film que empezamos a escribir entre 1969 y 1970, no me acuerdo muy bien, y
queríamos desarrollar una idea repetitiva. Había una sola palabra, no había
libro. Era una historia original, es decir, sin punto de partida, pero
queríamos repeticiones.
Buñuel era muy
sensible a las repeticiones, era algo que le fascinaba, posiblemente a causa de
los problemas de memoria que le acosaban. Su madre había perdido la memoria, ni
siquiera se acordaba de él, su hijo. Así que el hecho de repetir las cosas para
asegurarse de que existían de verdad, le obsesionaba.
Así que nos reunimos y
buscamos una historia repetitiva. Habíamos encontrado un punto de partida que
nos gustaba mucho: una noche, una casa burguesa, un hombre que avanza por la
calle, salta el muro del jardín, se introduce en la casa, silenciosamente sube
la escalera, entra en el despacho donde hay un notable, un juez, un personaje
buñueliano. Lo asesina de una puñalada, abre la ventana, salta y huye en la
noche.
Era un principio.
Luego la acción se repetía así: después de dos o tres escenas que he olvidado,
el sospechoso es detenido y se hace una reconstrucción del crimen. De la misma
manera, con el mismo plano. Llega por la noche, la misma casa. Había policías
alrededor de él. Entra en el jardín sube, llega al despacho, donde hay un
maniquí en lugar del notable. Apuñala al maniquí bajo la atenta mirada de los
policías, abre la ventana, salta y se escapa de nuevo. Se escapa realmente.
Hasta aquí nos gustaba
mucho. Trabajamos esta idea, pero ¿cómo ir más lejos? ¿Cómo utilizar la misma
situación?
No lo encontramos y
con mucha tristeza decidimos llamar a Silberman[1], que vino a vernos y
una noche en un bar le dijimos: "Estamos bloqueados; no podemos ir más
lejos". Estaba evidentemente triste, porque perdía dinero, no podíamos
hacer la película, etc., y nos dijo: Ahora todo el mundo pierde la cabeza,
nadie sabe dónde anda. Figuraos que el otro día… y nos cuenta que él estaba en
París y se encontraba en la calle con dos amigos brasileños. Los invita a cenar
a su casa el martas siguiente olvidando que ese día le habían invitado a cenar
a él, y lo hizo tan rápido que se le olvidó decírselo a su mujer. El martes
siguiente su mujer come algo ligero y está viendo la tele en camisón,
cuando a las 20:30 llaman a la puerta,
abre y ve a dos brasileños con sus mujeres, que vienen a cenar, y nos cuenta
eso.
Mientras lo cuenta Buñuel y yo nos miramos. Nunca habíamos pensado en invitaciones o cenas. Al final de esta conversación, le dijimos a Serge: "Vamos a quedarnos un poco más". Porque nos había parecido a los dos inmediatamente una dirección muy interesante: un grupo de individuos que simplemente quieren cenar juntos, compartir una comida, y no lo consiguen.
Hicimos cinco
versiones del guion a partir de eso, porque empezábamos a plantearnos
cuestiones. La gente se reúne para comer en un lugar X. Se oye un ruido muy
grande en el techo. El techo se hunde y un hipopótamo cae en el comedor. Eso
interrumpe la cena, pero ¿Se puede ir tan lejos? ¿No forma parte de esos
elementos inaceptables, extravagantes e inverosímiles?
El problema era ahora
encontrar ese camino, siempre muy estrecho, entre lo sorprendente y lo
imposible. Es decir, ¿Qué camino tomar que pueda ser aceptable, que no sea cine
fantástico o sobrenatural, pero que sea muy sorprendente? Y la segunda escena
que encontramos, que nadie nos dio, fue la del restaurante donde llegan y no
hay nada que comer en ese restaurante. Es un restaurante extraño, con cirios,
de gente que pasa aparentemente muy triste. Los invitan a sentarse. Le dan la
carta. De nuevo no pueden comer. Es una escena que parece extraña, que en un
restaurante…
Pero después se
realizó. En realidad, es decir. En un célebre restaurante francés, cuando el
patrón murió, le colocaron en la sala y organizaron una comida a su alrededor.
No lo hicieron en honor al Discreto encanto de la burguesía, en honor de la
película. Está en el límite del punto de ruptura, pero todavía aceptable,
sorprendente, divertido y nos permitió a Luis y a mí tener un catálogo de la
cocina francesa por el simple enunciado de los platos que no comieron.
El título a veces lo
tenía porque era el título de un libro, Belle de jour, Diario de una camarera.
A veces había que inventarlo. Estábamos en una tradición surrealista donde el
título daba un ángulo de visión del objeto que no existía forzosamente al inicio del trabajo.
Si tienen un cuadro de
Tanguy, por poner un ejemplo, que representa formas en una playa en el
crepúsculo, y se llama Pensamiento de un crisantemo al alba del cuarto día,
digo tonterías, ese cuadro no existe, esto nos obliga a mirarlo de cierta
manera.
Para El discreto
encanto no teníamos ningún título y nunca se habló de burguesía durante el
rodaje de la película. Teníamos un título de trabajo que era "Los
invitados", es todo. Sabíamos que lo íbamos a cambiar. Esperábamos
encontrar un título para que nosotros mismos tuviéramos una nueva visión, una
nuevo acercamiento a nuestro trabajo. Y me acuerdo que fue en el parador de
Toledo, donde escribimos la última versión del guion, en noviembre de 1970. La
fecha es muy precisa porque Buñuel me dijo: "Mañana el guion está acabado
y encontraremos el título".
El día siguiente lo
pasamos por separado uno del otro y buscamos títulos. Por la tarde nos vimos en
el bar para el aperitivo y cada uno le dio los títulos al otro. Los cinco o
seis que había encontrado. El otro tenía derecho a veto de los títulos del
primero. Yo le di cinco o seis títulos que ya he olvidado y Buñuel me dijo no a
cada uno.
Bueno, me guardé la
hoja de papel y le dije: ¿Cuáles son tus títulos? Y el primer título que me
dijo no lo olvidaré nunca. Fue: "Abajo Lenin o la Virgen al establo".
Hay que aclarar que "la Virgen al establo" es una expresión de La
Carmagnole[2]. Tenía 3 segundos para
responder. Digo no. Me da otro título, dije no, otro, no. Después dijo:
"El encanto de la burguesía" y yo le dije: "Luis, hagamos una
excepción a la regla, porque aquí hay algo que me aporta una mirada nueva sobre
nuestro trabajo. "El encanto de la burguesía", pero, le dije, falta
algo, falta un adjetivo a "encanto".
Me dijo: "Tienes razón ¿Qué adjetivo?" Y entonces empezamos a hablar: arisco, distante, cotidiano, discreto: El discreto encanto de la burguesía. Nos detuvimos y no buscamos más.
Completo
las anteriores declaraciones con otras del mismo autor y relacionadas con la
película:
¿Cómo se logró ese
estrecho vínculo entre ustedes?
Buscando esa
posibilidad de complicidad, esa posibilidad de enseñar algo extraño, pero no
totalmente imposible. Eso es muy importante para una película como El discreto encanto... Cuando estábamos
trabajando sobre el guión, siempre se trataba de encontrar ideas interesantes,
originales, pero no imposibles, ni sobrenaturales. Existe una frontera bastante
estrecha entre lo que era posible para Don Luis y lo que no era posible. Y para
escribir El discreto encanto...
trabajamos durante dos años, no todo el tiempo, pero creo que hemos escrito más
de seis versiones diferentes del guión antes de llegar a un punto que nos
parecía bastante equilibrado.
Por ejemplo, en la
película, la escena del teatro fue una idea que antes de empezar a trabajar
sobre el guión ya tenía yo, de mi experiencia con Pierre Étaix. La primera vez
que trabajamos sobre el guión se la conté a Don Luis, una idea muy sencilla: un
grupo de amigos se van a comer a un lugar donde no hay nadie para recibirlos.
Un gran telón esconde una posible ventana y en un momento el telón se abre y
están sobre el escenario de un teatro, y, al otro lado del telón hay gente
aplaudiendo. Y la primera vez que se lo conté a Don Luis, me comentó: "No,
eso es imposible, demasiado imposible. Realmente, en la vida normal, una
equivocación de ese tipo parece verdaderamente imposible". Bueno, a mí me
parecía, claro, también imposible, pero interesante.
Como ejercíamos el
derecho al veto, de decir no sin discutir y así ganar tiempo. No se necesitaba
dar razones ni explicar sentimientos. Esa era una tradición para Don Luis y una
ley de trabajo muy surrealista también. Por ejemplo, estamos trabajando los
dos, tú me das una idea, y si veo una ligera posibilidad de explicar esta idea
—estoy hablando de Un perro andaluz,
no de El discreto encanto de la
burguesía—, desde el punto de vista ideológico, social, económico,
filosófico... fuera la idea. Una idea que se pueda explicar es una mala idea.
Es decir, hablando de Un perro andaluz,
de una actividad surrealista, esa es la razón del porqué del poder del veto.
Era la regla del trabajo, también válida para El discreto encanto... de una manera diferente, porque se trataba
de una película financiada por un productor. Un perro andaluz fue producida por Don Luis con el dinero de su
madre.
Después de la primera
versión del guión de El discreto encanto...
nos separamos por espacio de dos o tres meses, y después nos volvimos a
encontrar otra vez en España, para empezar a trabajar en la segunda versión del
guión, y llegamos al mismo punto de la escena del teatro, que no existe.
Esperando que Don Luis la hubiera olvidado, le conté de otra manera mi gag del
telón, y la respuesta fue idéntica: "No, eso es imposible". En estos
momentos todavía no había sueños en la película. Para la tercera versión, meses
después, otra vez relaté la historia del teatro, pero presentándola como un
sueño, y esa fue la solución; presentarla como un incidente, como una historia
verdadera, auténtica, era imposible, pero como un sueño sí.
Y desde el momento que
Don Luis aceptó, empezó a trabajar los detalles del diálogo, puso el diálogo de
Don Juan Tenorio en la película. Esa es una respuesta a la cuestión de cómo se
trabajaba.[3]
[1] Serge Silberman el productor de la
película.
[2] La carmañola, fue una canción revolucionaria francesa, muy popular durante la época del Terror (Revolución Francesa). Fue prohibida por Napoleón por su radicalismo. La canción es de 1792, aunque su letra tiene muchas variantes posteriores. He aquí una estrofa de 1869: "Que désire un républicain (bis)/Vivre et mourir sans calotin (bis)/Le Christ à la voirie/ La Vierge à l’écurie"
[3] Conversaciones con Jean-Claude Carrière, Ayuntamiento de Zaragoza, 2004, págs. 44-5
[2] La carmañola, fue una canción revolucionaria francesa, muy popular durante la época del Terror (Revolución Francesa). Fue prohibida por Napoleón por su radicalismo. La canción es de 1792, aunque su letra tiene muchas variantes posteriores. He aquí una estrofa de 1869: "Que désire un républicain (bis)/Vivre et mourir sans calotin (bis)/Le Christ à la voirie/ La Vierge à l’écurie"
[3] Conversaciones con Jean-Claude Carrière, Ayuntamiento de Zaragoza, 2004, págs. 44-5
Comentarios
Publicar un comentario