Luis Buñuel en los cómics y el cine de animación


El mundo del cómic está sufriendo algunos cambios notables. Dicho de otra manera: la cultura de masas está utilizando el cómic con propósitos reservados antaño a otros medios y soportes de comunicación. Aunque los superhéroes, la ciencia ficción y el terror siguen constituyendo el grueso del mercado, hemos sido testigos en los últimos años de un gran número de biografías gráficas. Algunos protagonistas son figuras conocidas, como Vincent Van Gogh, Albert Einstein, Gandhi o Sigmund Freud. Especial atención merece el trío protagonista de la vida de la Residencia de Estudiantes en los años 20 del pasado siglo: Lorca, Dalí y nuestro Luis Buñuel, juntos y por separado. 


En efecto, comics como Vida y muerte de Federico García Lorca, escrito por Ian Gibson e ilustrado por Quique Palomo, o Dalí, del prestigioso autor de cómics Edmon Baudoin, son excelentes ejemplos. Con todo, Luis Buñuel es el más prolífico protagonista de este fenómeno, ya que, además, la próxima semana se estrenará en las carteleras españolas la adaptación cinematográfica de la novela gráfica de Fermín Solís Buñuel en el laberinto de las tortugas, con el mismo título y dirigida por Salvador Simó.
Empecemos con los comics gráficos sobre Buñuel. El primero es coral y está dedicado a la Orden de Toledo, como indica su título: Los caballeros de la Orden de Toledo: Buñuel – Lorca – Dalí (2017).[1] Está escrita por Javier Muñoz Pizarro, Javierre, ilustrada por Juanfran Cabrera y narra las andanzas del grupo denominado la Orden de los Caballeros de Toledo que fue creado por Buñuel en 1923. Su estructura se articula en diferentes partes, cada una dedicada a uno de sus protagonistas: Buñuel, Lorca, Dalí, Unamuno y Pepín Bello.
La tónica general es que uno de ellos sea el personaje principal de cada ejemplar, en donde se viven aventuras en la que se cuentan hechos históricos enlazados con ficciones que aportan un enorme suspense y, además, grandes dosis de humor a las historias. La trama comienza con la llegada de estos jóvenes, entonces desconocidos, a la Institución Libre de Enseñanza, donde crean un grupo operativo en la sombra liderado por Buñuel.
El segundo es el escrito y dibujado por Fermín Solís, Buñuel en el laberinto de las tortugas (2008). Se trata de una novela gráfica que cuenta el rodaje de Las Hurdes, Tierra sin pan, a partir de los problemas que tuvo Buñuel para seguir haciendo cine en Francia después del escándalo de La Edad de oro. En 2006 Solís llevó a cabo este cómic. Cuando viajó a las Hurdes, seguido por una gran curiosidad, le impactó mucho que, aunque se habían modernizado respecto a la imagen que Buñuel ofreció en su documental, seguían existiendo esas "casitas bajitas" retratadas por el cineasta aragonés, que dan título a la novela gráfica, pues son similares al caparazón de una tortuga. Para Solís, el espíritu de Buñuel estaba vivo, pese a que eran pocos los habitantes que se relacionaron con él durante el rodaje. 
El tercer cómic es La noche perdida de Luis Buñuel (2018), escrito por Queco Ágreda e ilustrado por Javier Ortiz (dibujo) y Guillermo Montañés (color). En este caso nos encontramos durante una noche de 1946. Buñuel lleva ocho años en Hollywood, malviviendo del cine, sin haber producido ninguna película desde el documental Las Hurdes. La fiesta a la que acude esa noche es su última esperanza de conseguir que un productor le otorgue una oportunidad.
Sin embargo, como suele ocurrir, nada sale según lo previsto, y Buñuel, lejos de solucionar su situación, se ve envuelto en una aventura nocturna por las calles de Los Ángeles. Por ellas desfilan Salvador DalíFederico García Lorca Pepín Bello, sus tres grandes amigos, así como otras igualmente importantes para el director, como Denise Tual o José Ignacio Mantecón, dando lugar a una historia que, sin hablar abiertamente de la filmografía de Buñuel, plantea numerosas claves para entenderla.
Finalmente, desde Francia nos llega la primera parte de un cómic con el sugerente título de Dans les eaux glacées du calcul egoïste: Le bal des Matières (2018), escrito por Lancelot Hamelin, ilustrado por Luca Erbetta y que también tiene una fiesta como escenario privilegiado. El título es el de esa versión reducida que parece ser que Buñuel realizó de La edad de oro, y se sitúa en esa fiesta que celebraron los Noailles en junio de 1929, en el que coincidieron Jean Cocteau, Pablo Picasso y Luis Buñuel, entre otros. Esta novela gráfica refleja el estado de ánimo de una clase social y de una época concreta a través de los principales protagonistas de las vanguardias artísticas francesas, y principalmente de la figura de Buñuel. Espero ansioso la segunda parte, de la que no hay todavía noticias de su fecha de publicación. 

No se trata de hacer aquí un análisis de los procedimientos narrativos y gráficos de estos cómics, pues no es mi especialidad. Mi objetivo, además de atestiguar el protagonismo de Buñuel en el mundo del cómic, que desmiente, dicho sea de paso, cualquier idea sobre el olvido del calandino, es ofrecer un breve análisis de contenido como fuente biográfica de Luis Buñuel. Desde esta óptica, estas novelas gráficas se nutren de episodios que realmente sucedieron y que no siempre son los más conocidos de la vida de nuestro protagonista. Esta elección se debe, seguramente, al hecho de que, así, el guionista puede aportar elementos de su imaginación que sirven a una narración más ágil. Este es el denominador común de estos cómics, una mezcla bastante interesante de realidad y de ficción. No entraré a debatir si esta vulgarización de la figura de Buñuel es buena o mala. En este y en otros casos pienso lo mismo, todo aquello que sirva para generar el interés por el de Calanda es bueno, siempre que no se atropelle, en líneas generales, la historia del personaje, a pesar de las licencias de guion. Y creo que estas novelas gráficas pueden generar ese interés, como lo va a generar también la adaptación cinematográfica de Buñuel en el laberinto de las tortugas, dirigida por Salvador Simó, que se estrena el próximo 26 de abril en España, después de haber sido premiada en diferentes festivales nacionales e internacionales.

Buñuel en el laberinto de las tortugas (Salvador Simó, 2019)
Es la adaptación, libre en cuanto a estructura, pero no en cuanto al tema, del cómic del mismo nombre de Fermín Solís. Desde esta misma perspectiva, no se trata de comparar la obra gráfica con la cinematográfica, pues, excepto algunos momentos y escenas, la adaptación es bastante fiel. Quizás, a nivel gráfico, lo más destacable es que los retratos del film de animación son más fidedignos que los del cómic. Sin ir más lejos, el Ramón Acín de la película no es ninguna caricatura, como el cómic, sino que es un retrato muy ajustado a la realidad. Lo mismo con Buñuel y el resto de sus protagonistas. 

A partir de la historia del rodaje de Las Hurdes, uno puede aproximarse al film desde diversas perspectivas. Así, uno de los recursos más interesantes de la película es la combinación de escenas animadas con imágenes no solo del documental original, sino de su realización. Desde este ángulo, estamos ante un making of de Las Hurdes y seguramente ante el primer making of animado de la historia del cine. Pero esto es prácticamente anecdótico al lado del retrato del cineasta que nos ofrece su director. En efecto, Salvador Simó nos presenta un Buñuel contradictorio, pero cuya contradicción no bebe únicamente en las fuentes biográficas, sino que Simó aporta, bajo el principio que en el rodaje hurdano ocurrió algo que cambió la manera de hacer cine de su director, una visión de un Buñuel atormentado por su relación con su padre, provocativo en sus planteamientos surrealistas, frustrado por e irritado con Dalí, casi piadoso con los hurdanos y amigo, muy amigo, de sus amigos. Este retrato poliédrico del calandino está presentado a través de una recreación fidedigna de los decorados, interiores y exteriores, así como una narración sincopada por los sueños que atormentan a un Buñuel cuya infancia y adolescencia marcó toda su vida y obra. En este sentido, el ritmo de la película es excelente, sin caer en ningún momento en escenas hagiográficas. Asimismo, hay que destacar al personaje de Ramón Acín, cuya caracterización, además de gráficamente perfecta, como he indicado, es un homenaje a este artista olvidado, coprotagonista de la cinta y alma mater del film. 

Aunque no soy experto en el cine de animación, me ha impresionado la dirección de arte de la película y unos recursos de puesta en escena derivados, según me ha confirmado el propio Simó, del anime japonés, en especial de uno de sus máximos representantes, Satoshi Kon. Si a esto le sumamos una excelente y premiada banda sonora de Arturo Cardelús, estamos ante una película que confirma el excelente momento del cine de animación español. Buñuel en el laberinto de las tortugas es el único retrato de ficción biográfico, que no hagiográfico, de Luis Buñuel. Un retrato respetuoso y emotivo, que independientemente de las licencias que los autores se hayan permitido, satisfará plenamente a buñuelianos y no buñuelianos, aunque quizás estos últimos podrán ser más objetivos que lo soy yo, emocionado por iniciativas como las que han ocupado estas líneas, ya que Buñuel sigue existiendo más que nunca.



[1] Esta fecha hace referencia a la edición en un solo volumen de las entregas anteriores por capítulos independientes dedicados a cada uno de los cinco protagonistas.

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