Luis Buñuel en los cómics y el cine de animación

En efecto, comics como Vida y muerte de Federico García Lorca, escrito por Ian Gibson e ilustrado por Quique Palomo, o Dalí, del prestigioso autor de cómics Edmon Baudoin, son
excelentes ejemplos. Con todo, Luis Buñuel es el más prolífico protagonista de
este fenómeno, ya que, además, la próxima semana se estrenará en las carteleras
españolas la adaptación cinematográfica de la novela gráfica de Fermín Solís Buñuel
en el laberinto de las tortugas,
con el mismo título y dirigida por Salvador Simó.
Empecemos con los comics gráficos sobre
Buñuel. El primero es coral y está dedicado a la Orden de Toledo, como indica su
título: Los
caballeros de la Orden de Toledo: Buñuel – Lorca – Dalí (2017).[1]
Está escrita por Javier Muñoz Pizarro, Javierre, ilustrada por Juanfran Cabrera
y narra las andanzas del grupo denominado la
Orden de los Caballeros de Toledo que fue creado por Buñuel en 1923. Su
estructura se articula en diferentes partes, cada una dedicada a uno de sus
protagonistas: Buñuel, Lorca, Dalí, Unamuno y Pepín Bello.
La tónica general es que uno de ellos sea el
personaje principal de cada ejemplar, en donde se viven aventuras en la que se
cuentan hechos históricos enlazados con ficciones que aportan un enorme
suspense y, además, grandes dosis de humor a las historias. La trama comienza
con la llegada de estos jóvenes, entonces desconocidos, a la Institución Libre de Enseñanza,
donde crean un grupo operativo en la sombra liderado por Buñuel. 
El tercer cómic es La
noche perdida de Luis Buñuel (2018),
escrito por Queco Ágreda e ilustrado por Javier Ortiz (dibujo) y Guillermo
Montañés (color). En este caso nos encontramos durante
una noche de 1946. Buñuel lleva
ocho años en Hollywood, malviviendo del cine, sin haber producido ninguna
película desde el documental Las Hurdes. La fiesta a la que
acude esa noche es su última esperanza de conseguir que un productor le otorgue
una oportunidad.
Sin embargo, como suele ocurrir, nada sale según lo previsto,
y Buñuel,
lejos de solucionar su situación, se ve envuelto en una aventura nocturna por
las calles de Los Ángeles. Por ellas desfilan Salvador Dalí, Federico García Lorca y Pepín Bello, sus tres grandes amigos, así como
otras igualmente importantes para el director, como Denise Tual o José Ignacio
Mantecón, dando lugar a una historia que, sin hablar abiertamente de la
filmografía de Buñuel, plantea numerosas claves para entenderla.
Finalmente, desde Francia nos llega la
primera parte de un cómic con el sugerente título de Dans
les eaux glacées du calcul egoïste: Le bal des Matières (2018), escrito por Lancelot Hamelin, ilustrado por Luca
Erbetta y que también tiene una fiesta como escenario privilegiado. El título
es el de esa versión reducida que parece ser que Buñuel realizó de La edad de oro, y se sitúa en esa
fiesta que celebraron los Noailles en junio de 1929, en el que coincidieron Jean
Cocteau, Pablo Picasso y Luis Buñuel, entre otros. Esta novela gráfica refleja
el estado de ánimo de una clase social y de una época concreta a través de los
principales protagonistas de las vanguardias artísticas francesas, y
principalmente de la figura de Buñuel. Espero ansioso la segunda parte, de la
que no hay todavía noticias de su fecha de publicación.
No se trata de hacer aquí un análisis
de los procedimientos narrativos y gráficos de estos cómics, pues no es mi
especialidad. Mi objetivo, además de atestiguar el protagonismo de Buñuel en el
mundo del cómic, que desmiente, dicho sea de paso, cualquier idea sobre el
olvido del calandino, es ofrecer un breve análisis de contenido como fuente
biográfica de Luis Buñuel. Desde esta óptica, estas novelas gráficas se nutren
de episodios que realmente sucedieron y que no siempre son los más conocidos de
la vida de nuestro protagonista. Esta elección se debe, seguramente, al hecho
de que, así, el guionista puede aportar elementos de su imaginación que sirven
a una narración más ágil. Este es el denominador común de estos cómics, una
mezcla bastante interesante de realidad y de ficción. No entraré a debatir si
esta vulgarización de la figura de Buñuel es buena o mala. En este y en otros
casos pienso lo mismo, todo aquello que sirva para generar el interés por el de
Calanda es bueno, siempre que no se atropelle, en líneas generales, la historia
del personaje, a pesar de las licencias de guion. Y creo que estas novelas
gráficas pueden generar ese interés, como lo va a generar también la adaptación
cinematográfica de Buñuel
en el laberinto de las tortugas,
dirigida por Salvador Simó, que se estrena el próximo 26 de abril en España,
después de haber sido premiada en diferentes festivales nacionales e
internacionales.
Buñuel
en el laberinto de las tortugas (Salvador
Simó, 2019)
Es la adaptación, libre en cuanto a
estructura, pero no en cuanto al tema, del cómic del mismo nombre de Fermín
Solís. Desde esta misma perspectiva, no se trata de comparar la obra gráfica
con la cinematográfica, pues, excepto algunos momentos y escenas, la adaptación
es bastante fiel. Quizás, a nivel gráfico, lo más destacable es que los
retratos del film de animación son más fidedignos que los del cómic. Sin ir más
lejos, el Ramón Acín de la película no es ninguna caricatura, como el cómic,
sino que es un retrato muy ajustado a la realidad. Lo mismo con Buñuel y el
resto de sus protagonistas.
A partir de la historia del rodaje de Las Hurdes, uno puede aproximarse al
film desde diversas perspectivas. Así, uno de los recursos más interesantes de
la película es la combinación de escenas animadas con imágenes no solo del
documental original, sino de su realización. Desde este ángulo, estamos ante un
making of de Las Hurdes y seguramente ante el primer making of animado de la historia del cine. Pero esto es
prácticamente anecdótico al lado del retrato del cineasta que nos ofrece su
director. En efecto, Salvador Simó nos presenta un Buñuel contradictorio, pero
cuya contradicción no bebe únicamente en las fuentes biográficas, sino que Simó
aporta, bajo el principio que en el rodaje hurdano ocurrió algo que cambió la
manera de hacer cine de su director, una visión de un Buñuel atormentado por su
relación con su padre, provocativo en sus planteamientos surrealistas,
frustrado por e irritado con Dalí, casi piadoso con los hurdanos y amigo, muy
amigo, de sus amigos. Este retrato poliédrico del calandino está presentado a
través de una recreación fidedigna de los decorados, interiores y exteriores,
así como una narración sincopada por los sueños que atormentan a un Buñuel cuya
infancia y adolescencia marcó toda su vida y obra. En este sentido, el ritmo de
la película es excelente, sin caer en ningún momento en escenas hagiográficas. Asimismo,
hay que destacar al personaje de Ramón Acín, cuya caracterización, además de
gráficamente perfecta, como he indicado, es un homenaje a este artista olvidado,
coprotagonista de la cinta y alma mater
del film.
Aunque no soy experto en el cine de
animación, me ha impresionado la dirección de arte de la película y unos
recursos de puesta en escena derivados, según me ha confirmado el propio Simó,
del anime japonés, en especial de
uno de sus máximos representantes, Satoshi Kon. Si a esto le sumamos una
excelente y premiada banda sonora de Arturo Cardelús, estamos ante una película
que confirma el excelente momento del cine de animación español. Buñuel en el laberinto de las tortugas es
el único retrato de ficción biográfico, que no hagiográfico, de Luis Buñuel. Un
retrato respetuoso y emotivo, que independientemente de las licencias que los
autores se hayan permitido, satisfará plenamente a buñuelianos y no
buñuelianos, aunque quizás estos últimos podrán ser más objetivos que lo soy
yo, emocionado por iniciativas como las que han ocupado estas líneas, ya que
Buñuel sigue existiendo más que nunca.
[1] Esta fecha hace referencia a la
edición en un solo volumen de las entregas anteriores por capítulos
independientes dedicados a cada uno de los cinco protagonistas.
Sería interesante un artículo de Buñuel y la masonería.
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