El clero y el anticlericalismo en el cine de Luis Buñuel
Buñuel tuvo desde su
infancia un contacto estrecho con el clero. Tanto, que pasó a formar parte de
sus juegos: Yo
tenía un tío sacerdote que era una bellísima persona... En verano me enseñaba
latín y francés, y yo le ayudaba a decir misa...
La religión era omnipresente, se
manifestaba en todos los detalles de la vida. Por ejemplo yo jugaba a decir
misa en el granero, con mis hermanas de feligresas. Tenía varios ornamentos
litúrgicos de plomo, un alba y una casulla[1].
Como todos los hijos
de las buenas familias provincianas aprendió a ayudar a misa, y cantaba en el
coro con muy buena voz y se le quedó grabada la angustia que sentía en las
misas de difuntos, con el cadáver presente y la recitación del Liberame Domine y del Dies Irae.[2]
Buñuel actuando como cura en En este pueblo no hay ladrones |
Los
años de la Residencia no hicieron nada más que aumentar su anticlericalismo:
“De estudiante, creo
que con Federico García Lorca o con alguien de la Residencia, le gustaba
vestirse de cura y subir al tranvía. Allí, con el compañero, también
disfrazado de sacerdote, metían mano a la mujer que estuviera cerca para que se
escandalizara y gritara. Se bajaban corriendo del tranvía. Decían que de esa
manera hacían política anticlerical.”[4]
Al realizador le
gustaba citar el siguiente ejemplo de provocación sacado de la revista
anarquista y anticlerical El motín: “Ayer
por la tarde, un grupo de obreros subían tranquilamente por la calle de la
Montera cuando, por la acera contraria, vieron bajar a dos sacerdotes. Ante tal
provocación…”.[5]
Y
ese anticlericalismo se acentuó con el surrealismo: “Los surrealistas practicaban un violento anticatolicismo que
les llevaba a insultar a los curas y monjas por la calle.”[6]
Buñuel “disfrutaba
vistiéndose de monja. En una ciudad tan dada a los bailes de disfraces como
París, hallaba muchas oportunidades para ello, y Buñuel solía ponerse una cofia
almidonada y un hábito y completaba el efecto con maquillaje y una expresión de
santidad. Se paseaba por París acompañado de Viñes o Vicens de la Slave
vestidos de monjes. En los autobuses pellizcaban o metían mano a las mujeres
que, cuando se volvían para protestar, se encontraban con sus miradas piadosas
o un pestañeo malicioso. Buñuel justificaba esa costumbre por lo que de
anticlerical tenía, aunque también la encontraba sexualmente excitante.”[7]
Sin olvidarnos de que
“de la mejor cultura española Buñuel ha heredado, también la tradición de la
novela realista y progresista (así como anticlerical), representada por Benito
Pérez Galdós, el autor de Nazarín y
de Tristana, y por Pío Baroja.”[8]
Fusilamdo el papa en La vía láctea |
Con
los años, Buñuel gustaba de debatir con los curas como reconoce su coguionista Julio Alejandro: “Los contertulios que Luis ama más, siempre
y cuando estén un poco aparte de su círculo de amigos, muy reducido, son los
sacerdotes inteligentes...Tienen que ser cultos, porque, si no, meten la pata
con él y los corrige.”[10]
Cuando volvía a
España en la década de los setenta, y solía hacerlo casi todos los años,
gustaba don Luis de la compañía de sacerdotes cultos e inteligentes con los que
hablaba de teología y otras disciplinas afines...[11]
Por no hablar de la gran amistad que tuvo en los últimos años de su vida con el
Julián Pablo Fernández.
Es
curioso que, habiendo sido Buñuel tan anticlerical haya encontrado entre los
clérigos muchos de sus mejores y más íntimos amigos. Max Aub, en la época en
que estuvo investigando para escribir la biografía del realizador, llegó a
desesperarse al no encontrar ningún sacerdote que hablase mal del cineasta.
Toda su vida se
confesó ateo, pero a la altura de la realización de La vía láctea, Buñuel le
reconoció a Max Aub: Ya no soy anticlerical[12]. Lo
cual implica, un reconocimiento de que antes sí lo fue.
Antes
Buñuel, cuando se le presentaba una hostia escupía, según cuenta él. Hoy dice
yo no fumo de eso. Antes la blasfemia, el anticlericalismo, hoy el ateísmo, la
ternura total, la fulgurante amistad de Buñuel con los hombres y las cosas. La
segunda actitud –que no reniega por otra parte de la primera, sino que
simplemente la supera- es más revolucionaria.[13]
La hija del engaño |
"Lo
que Buñuel no soporta...es el ejercicio de la profesión sacerdotal en nombre de
Dios y de la Institución social o eclesiástica, con sus fanatismos, herejías y
guerras de religión. En cierto modo, Nazarín, Viridiana y Simón acusan los
costurones de ese conflicto del hombre contra los hombres, del sentimiento
individual del misterio contra el ejercicio de la religión institucional que
–como muestra La edad de oro– se ha edificado sobre la
mutilación del deseo, sobre la anulación de la sexualidad."[15]
Los
hombres de la Iglesia están pues omnipresentes. Del más pequeño al más grande,
del vicario de base a Cristo. Del papa, al cura de un barrio popular, un
obispo-obrero, misioneros, curas carcas que beben chocolate, un sacristán de
extrema derecha, novicias, religiosas, madres superioras, monjes y santos,
heréticos y contraheréticos, inquisidores...[16]
Hasta La
muerte en este jardín, la representación del sacerdote se caracteriza por
su simpleza, por su condición de símbolo, al igual que el policía o el militar.
Y así los curas aparecen frecuentemente en fiestas y celebraciones
gastronómicas de la burguesía, junto a sus aliados habituales: el ejército y la
policía.
Él |
Hagamos ahora un
ligero repaso por la presencia del clero en su obra cinematográfica:
·
En Un
perro andaluz, tenemos a los dos maristas arrastrando las carroñas de
los burros sobre pianos.
·
En La
edad de oro, hay varias apariciones del clero: aparecen al principio en
la inauguración de Roma, las monjas que separan a la protagonista y se la
llevan, los curas que pasan por el puente, el obispo que es arrojado por la
ventana, las carroñas de los arzobispos…
·
En El
gran calavera, tenemos al cura que celebra la boda y el protagonista
llega con su coche anunciante y a través del altavoz se visualiza una escena
sarcástica entre lo que dice el cura y el altavoz.
·
En La
hija del engaño, hace que un sacerdote pase entre las coristas de un
cabaret pare decirle al dueño que su mujer está a punto de morir.
·
En Él,
el padre Velasco lava y besa los pies al principio en una ceremonia en la
iglesia, pero luego se ve que es un glotón —“yo pienso del amor… que este pollo
está muy rico”— y que intenta convencer a la protagonista que es la culpable de
sus problemas. Al final, aparecen los monjes.
·
En El
río y la muerte, el cura va armado, lleva un revólver bajo la sotana,
como la mayor parte de los hombres.
·
En Ensayo de un
crimen, el cura aparece junto a las otras fuerzas del orden: la policía y
el ejército.
·
En Así
es la aurora, el sacerdote aparece junto al dueño de la fábrica y
defiende sus intereses, frente a Sandro.
El fantasma de la libertad |
·
Nazarín es la evolución del padre Lizardi. Nazarín es
visto con simpatía, frente al resto de sacerdotes conformistas que aparecen en
la película: el que disfruta con el chocolate, el que está con el militar, etc.
Curiosamente la película fue bien vista, tanto por los anticlericales, como por
los cristianos.
·
En Los
ambiciosos, vuelve a aparecer el sacerdote junto a los otros
representantes del poder.
·
En La
joven, tenemos a un pastor protestante racista.
·
En Viridiana,
tenemos la novicia como protagonista y la madre superiora.
·
En Diario
de una camarera, el cura es solicitado por la dueña de la casa para
intentar contener el ímpetu sexual de M. Monteil. Tras la violación de la
pequeña Clara, dos personas se preguntan si los culpables no serán los dos
capuchinos que pasaron ese día por allí.
·
En Simón
del desierto, el protagonista es un monje, y aparte de él aparecen
otros monjes de la comunidad y un obispo.
·
En La
vía láctea, son numerosas las escenas con miembros del clero, pero
destacamos las del cura loco y el fusilamiento del papa.
·
En Tristana,
destaca la escena de los curas tomando chocolate con el que fuera en otros
tiempos anticlerical, don Lope.
·
En El
discreto encanto de la burguesía, tenemos a un obispo jardinero, que
además de querer cobrar según su convenio, mata a un hombre que se confiesa
autor del asesinato de los padres del obispo.
·
En El
fantasma de la libertad, vemos a un grupo de frailes, que aparte de
hacer cola para entrar en el baño, juegan a las cartas con medallas y
escapularios.
El río y la muerte |
En una de las últimas
reuniones de antiguos alumnos de su colegio a la que asistió le dijo a un
amigo, refiriéndose a otro compañero suyo allí presente: Jaime Valls sí que es feliz. Ha encontrado
su camino. Yo no hago más que zigzaguear.”[18]
[1] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza
& Janés, 1982, pág.20
[2] J. Francisco Aranda: Luis
Buñuel, Lumen, 1975, pág.22
[3] Roman Gubern: Cine Español en el
exilio. Lumen, 1976, pág. 92
[4] Ricardo Muñoz Suay, en: Max Aub: Conversaciones
con Buñuel, Aguilar, 1985, pág. 432
[5] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza
& Janés, 1982, pág.24
[6] John Baxter: Luis Buñuel. Paidós,
1994, pág. 53
[7] John Baxter: Luis Buñuel. Paidós,
1994, pág. 70
[8] Roman Gubern: Divagations sur Bunuel. Les cahiers de la cinémathèque, nº 38-39,
hiver 1984, pág. 209
[9] Max Aub: Conversaciones con
Buñuel, Aguilar, 1985, pág.146
[10] Agustín Sánchez Vidal: Los
expulsados del paraíso. Escuela Libre Editorial, 1995, pág. 59
[11] Carlos Barbachano : El viejo don
Lope en Toledo. En: Obsesión es
Buñuel. Asociación Luis Buñuel, 2001, pág. 150
[12] Max Aub: Conversaciones con Buñuel,
Aguilar, 1985, pág.157
[13] Ado Kyrou: Bunuel, Editons
Seghers, 1966, pág. 60
[14] Emmanuel Larraz: Buñuel el
afrancesado. En: Turia, nº 28-29, mayo 1994, pág. 151
[15] Agustín Sánchez Vidal: El mundo
de Luis Buñuel. Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1993, pág.147
[16] Raymond
Lefèvre: Luis Buñuel. Edilig, 1984, pág. 38
[17] Raymond
Lefèvre: Luis Buñuel. Edilig, 1984, pág. 37
[18] Manuel Alcalá: Buñuel (Cine e
ideología), Edicusa, 1973, pág. 165
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