Buñuel y sus amigos

El mundo lo consideró un hombre fiel a los amigos. Un defensor de los mismos. Era amigo de sus amigos, cuando más viejos mejor. A Buñuel no le gustaba hacer nuevos amigos, pero era muy fiel a sus más viejos amigos.[1] La diversión de Buñuel es charlar con los amigos, tomarse unas copas “y reírse, comentar, ser agradable.[2] Lo anterior no quita que hasta sus mejores amigos tuvieran que avisar antes de visitarlo.
Soy misántropo pero dejo de serlo apenas están con­migo un par de amigos y tomamos una copa de vino. Es un misántropo que cree en la amistad y la celebra con la sencillez y la efi­cacia de uno de los ritos más viejos y más nobles: el de tomar una copa de vino.[3]
Según Julio Alejandro “los contertulios que Luis ama más, siempre y cuando estén un poco aparte de su círculo de amigos, muy reducido, son los sacerdotes inteligentes...Tienen que ser cultos, porque, si no, meten la pata con él y los corrige.”[4]
Aunque siga siendo pesimista respecto al porvenir de la humanidad, no soy un hombre triste ni un hombre amargado, todo lo contrario. Vivo integrado en la muchedumbre humana, contento. Vivo, por eso soy feliz. Pero me aíslo de lo que me ofrece la sociedad. Lo que me gusta es tomar una copa con mis amigos, hablar, bromear con ellos.[5]
Si además del alcohol Buñuel lo acompaña del tabaco todo perfecto: El tabaco, que casa admirablemente con el alcohol (si el alcohol es la reina, el tabaco es el rey), es un amable compañero con el que afrontar todos los acontecimientos de una vida. Es el amigo de los buenos y de los malos momentos. Se enciende un cigarrillo para celebrar una alegría y para ahogar una pena. Estando solo o acompañado[6]
No le gustaba conocer gente nueva. Él era así, pero cuando yo le presentaba a algún amigo mío, lo trataba muy bien. Me insultaba: «Cabrón», pero luego era encantador. Él no quería ni ver ni conocer a nadie por su sordera. No le gustaba. Al principio nos reuníamos en un café detrás de «La Torre de Madrid» y allí hacíamos las tertulias para recordar los viejos tiempos. El lugar lo escogió él mismo y le encantaba, con sus mesas de mármol como antiguamente. Pero, como cada vez oía menos, comía un día conmigo, otro con Fernando Rey, el siguiente con el doctor Barros.[7]
No se puede decir que Luis tuviera mil caras, tenía una sola cara que se iluminaba de forma distinta ante las distintas personas y cuando una persona no le era simpática, se notaba muchísimo. Ese es un defecto que tene­mos algunos y es horrible. Cuando Buñuel no quería ver a al­guien era evidente.[8]
Buñuel siempre fue un líder entre sus amigos. Era el que decidía lo que se iba a hacer ya desde pequeño: “Su papá, en paz descanse, le compró una má­quina de cine muy cara, de aquellos tiempos. Del gato «Periqui­to» y todo eso. Y a todos los amigos nos reunía todos los domin­gos y nos hacía subir a un salón de su casa, en Calanda. Y nos hacía cine del gato «Periquito» y demás. Y nos explicaba toda la película. Luego nos bajaba a veces a la Torre, a los amigos, a nadar, a la balsa, a la piscina que hay allí. Y luego, pues, por las tardes, después de terminar la película, nos llevaba para arri­ba para jugar aquí, a Santa Bárbara, al aparato que decía. Y, cla­ro, era muy popular, y a todos nos guiaba, a todos los amigos.[9]
“Pero los buenos tiem­pos son los de los amigos de la adolescencia: «el Rebullida», «el Mudo», «el Melena», su gran amigo de toda la vida, el amigo por el cual él se hubiera dejado matar, «el Tuerto», «el Alfran­ca»...[10] 
Dalí, Moreno Villa, Buñuel, Lorca y Pedro Garfías 
Luego se marchó a Madrid: Estuve en la Residencia de Estudiantes des­de 1917 hasta 1924[11], el año en que me fui a París. Esos siete años fueron muy importantes para mi formación. Pasé de agronomía a cien­cias naturales y finalmente a filosofía y letras. Aunque «estudiaba muy poco, esta carrera, que era de cuatro años, la hice en dos. Todo era ir a los cafés y charlar con los amigos. Reuniones de una amistad cálida, estupenda. Hacíamos disparates. Por ejemplo: nos disfrazábamos de cualquier cosa. Íbamos a Toledo a emborracharnos durante cinco días, hasta besar las piedras toledanas.[12]
Entre los amigos, en el grupo de la Residencia, estábamos divididos entre los vegetarianos, que seguían a Juan Vicens, el cual era naturista extremista, y los que estaban conmigo, que éramos alcohólicos. Les gastábamos unas bromas bastante feroces, sobre todo con el té.[13]
Todos los sábados, de nueve de la noche a una de la madrugada, Gómez de la Serna  reunía a su cenáculo en el "Café Pombo", a dos pasos de la Puerta del Sol. Yo no faltaba a ninguna de aquellas reuniones, en las que encontraba a la mayoría de mis amigos y a otros... Llegábamos, nos saludábamos, nos sentábamos, pedíamos de beber, casi siempre café y mucho agua... y se iniciaba una conversación errabunda, comentario literario de las últimas publicaciones, de las últimas lecturas, noticias políticas. Nos prestábamos libros y revistas extranjeras[14]...
También frecuentó los cafés de Castilla y el de Platerías donde trabó amistad con los anarquistas.
En París mantuvo, a pesar de las rupturas posteriores, una buena relación con sus amigos del grupo surrealista: Participé en las actividades del grupo surrealista hasta 1932... Además de las disensiones políticas, contribuía también a alejarme del surrealismo una cierta inclinación hacia el esnobismo de lujo que advertía en él... Poco a poco, dejé de asistir a las reuniones y salí del grupo con la misma naturalidad con la que había entrado en él. Sin embargo en el aspecto  personal mantuve hasta el final relaciones fraternales con todos mis antiguos amigos. Lejos de mí  las disputas, los cismas, los juicios de intención. Hoy no quedamos más que unos pocos supervivientes de aquella época: Aragon, Dalí, André Masson, Thirion, Joan Miró y yo, pero conservo un afectuoso recuerdo de todos los que han muerto.[15]
Alberti, Buñuel y García Lorca, Ugarte,
Díaz, María Teresa León y el periodista González
Mientras tanto las amistades con sus antiguos amigos españoles se enfriaron por momentos, si exceptuamos a unos pocos, como lo demuestra esta carta del realizador a su amigo Pepín Bello de 1930: De los otros amigos estoy tan alejado que ya no me inspiran ninguna reacción ni buena ni adversa. Cuando estuve en Madrid en noviembre último entraba en mi casa a las siete de la tarde por no encontrar con quién estar. Al único que frecuenté fue a Moreno Villa, y aun así sólo me unían a él los recuerdos, pero ideológicamente no había nada de común entre los dos. A pesar de ello lo sigo considerando como uno de los pocos cuya amistad perdura. De Federico casi no sé quién es. Si lo viera ahora no sabría qué decirle, me parecería tan extraño a mí como Doucloux, ¿te acuerdas? Yo en Madrid he roto con todosY en general he terminado para siempre CON TODOS. Tú, Hinojosa, Moreno Villa y excuso decirte Dalí son los únicos amigos con que cuento. ¡Ah!, olvidaba a Sánchez Ventura. De Vicens te diré que es el colmo de la abyección comercial y de la pobretonería de espíritu. Sigue siendo el de siempre, buen amigo, pero su vida es tal vez la más lamentable. Y termino porque me entristezco.[16]
La cosa no duraría muchos años. Cuando Buñuel venía de París se reunía en una tertulia en el Café Castilla y también con los amigos: Yo seguía reuniéndome con muy poca gente. A mis amigos de antes había añadido Ricardo Urgoiti, que es hoy presidente de la Sociedad Española de Antibióticos... Nos seguíamos reuniendo Pepín Bello, Sánchez Ventura, Urgoiti, Vicens, Moreno Villa, y, naturalmente, con Viñes y Lulú, su mujer, la hija de Francis Jourdain.[17]
Durante los primeros meses de la Guerra Civil española todas las tardes, acudía a la reunión de la Liga de Escritores Revolucionarios, donde encontraba a la mayoría de mis amigos: Alberti, Bergamín, el gran periodista Corpus Varga, el poeta Altolaguirre…[18]
Poco después Buñuel se trasladó a París y en 1938 emigró a Estados Unidos. En Los Angeles les van mal las cosas y se trasladan a Nueva York. Gracias a Iris Barry consigue un trabajo en el Museo de Arte Moderno. “Yo le debo mucho a Iris: por ella no me he muerto de hambre en Estados Unidos. Se me había acabado el dinero que traía, y no había que pensar, en aquel tiempo, en que mi familia me enviara dinero.”[19] Allí cuenta su amigo Gustavo Pittaluga: aparte del trabajo vivíamos una vida de..., pues... casi familiar. En Nueva York en ese período vivíamos una vida familiar casi todos los refugiados europeos, ¿verdad? Pero los españoles especialmente. Casi todo el mundo, Fernan Lise, Casafuerte... vivíamos una vida, por así decir, superpuesta en Nueva York, ¿no? Y nos veíamos constantemente. Y además se trababa una especie de amistad muy especial, muy tierna, muy humana, ¿no? Y ahí es donde realmente nos hicimos grandes amigos.[20]
En Nueva York se relaciona con sus amigos exiliados de París, André Breton, Ernst, Tanguy, Leonora Carrington, Masson, Duchamp, Léger,... excepto con Dalí. Buñuel le pidió dinero y se lo negó. 
 José Bello, José Moreno Villa, Luis Buñuel,
José María Hinojosa (sentado), María Luisa González
y Salvador Dalí; 
Como no ve futuro en Estados Unidos se traslada en 1946 a México, en donde encontrará la ayuda de sus amigos para sobrevivir en los momentos difíciles: No tengo dinero más que para vivir al día y eso cuando lo tengo, que últimamente si no hubiera sido por algún buen amigo no hubiera ni comido.[21]
 Sin trabajo desde el mes de abril. Si todavía subsisto es gracias a mi crédito financiero con ciertos amigos y con mi madre. La venta de “Nazarín”, que yo hice pagar en España, me ha dado aquí 13.000 pesos de los que aún me deben 4.000...[22]
En México se encontró con muchos de sus viejos amigos, compañeros de exilio, entre los que destacan J. Ignacio Mantecón, José Moreno Villa, Juan Vicens, Manuel Altolaguirre, Eduardo Ugarte, Max Aub, Manuel Altolaguirre, etc., aunque sus relaciones no siempre fueron de su agrado: De los amigos nada os digo porque el cuadro es lamentable. A Juanito Vicens lo veo una vez por año y de pasada. Ugarte es otro hombre. Hemos estado sin saludarnos más de un año. Sánchez Ventura es el que más ha cambiado. Hace años que no me saluda. No va jamás con sus antiguos amigos. Mantecón estupendo como siempre.[23]
A mediados de los cincuenta, Buñuel vuelve a rodar en Francia, donde toma contacto con sus amigos en los festivales, en las calles y cafés de París, deseoso de revivir en un ambiente donde las amistades fieles eran el hilo que le unía a los años de su juventud comprometida y militante, consciente también de escapar a una imagen de marca exclusivamente mexicana, Buñuel, en ocho años realiza cuatro films que le reintegrarán en la producción francesa.[24]
Cuando volvió a España volvió a reunirse con sus antiguos amigos, aunque la sordera le hizo cambiar algunas de sus costumbres. La que más destaca en el tema que nos ocupa es que prefería las comidas/reuniones de una o dos personas a las de grupo. Veamos algunas declaraciones al respecto:
Una de las cosas que más le gustaba en el mundo...era charlar con los amigos, se vio obligado en su última etapa a evitar reuniones en que hubiese demasiadas personas porque sus problemas auditivos le impedían seguir la conversación. De hecho en los últimos 14-15 años procuraba no tener más de una o dos personas junto a él a la vez, y únicamente se sentía cómodo cuando contaba con un único interlocutor.[25]
Casi siempre venía a casa solo, porque como estaba muy sordo no le gustaba que hubiera mucha gente, para poder hablar tranquilos y a gusto...El problema de Luis era la sordera, parece que si había muchas personas el aparato debía de hacer muchos ruidos y se ponía nervioso.[26]
Buñuel y su equipo de Filmófono
El salía por las noches, tenía las cenas con sus antiguos amigos que había recuperado, y luego, de vez en cuando, estas cenas con los jóvenes, que podían ser de uno, de dos y de tres, según, porque él las combinaba a su antojo y un poco respetando también tus gustos, te decía: "¿Con quién quieres que cene­mos esta noche, estás bien o mal con tal... ?".[27]
Este gusto de estar entre amigos lo llevó también al mundo del cine, en su doble sentido, le gustaba trabajar entre amigos y hacía las películas para ellos: En la medida de las posibilidades tomo siempre los mismos actores, como tomo también el mismo equipo. Me gusta trabajar con gente que conozco, con amigos. No tiene ninguna importancia si Bertheau es una vez uno y otra vez otro.[28]
Filmo para el público habitual y también para los amigos, para los que van a entender tal o cual referencia, más o menos oscura para los demás. Pero procuro que estos últimos  elementos no entorpezcan el discurso de lo que estoy contando[29]...
Puedo querer divertirme un poco y meter algunas cosas que hagan gracia a los amigos. No son "guiños", porque detesto al cineasta que parece decir: "Miren qué listo soy". Digamos que meto recuerdos compartidos con algunas personas, "claves inocentes[30]”.
Y podemos extenderlo a su papel como espectador. Aunque en sus primeros años frecuentó mucho las salas de cine, incluso ejerció la crítica durante un tiempo, con la sordera se fue alejando de las salas: Me gusta ver mis películas solamente una vez y en compañía de algunos amigos.[31] A mí no me gusta el cine, de verdad. No voy nunca al cine, como no sea para ver la película de un amigo[32]
Buñuel y un grupo de amigos disfrazados en México
De hecho empezó a trabajar con amigos antes de iniciar su carrera cinematográfica. En 1926 se le encargó la puesta en escena de El retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla, y acudió a sus amigos: Me puse a buscar entre mis amigos a los posibles intérpretes de los ocho personajes de carne y hueso. Mejor dicho, lo que hice fue sumar nuestras respectivas inexperiencias, porque, aunque entre ellos había pintores, algún periodista e incluso un estudiante de medicina, no había ni un solo actor.[33] Igualmente fueron los amigos los que estuvieron con los decorados… 
Cuando al año siguiente estrenó su obra Hamlet [34]en el café Sélec de Montparnasse se representó en una función de amigos en la que intervinieron Francisco García Lorca, Augusto Centeno, Joaquín Peinado, Francisco Bores, Hernando Viñes, Uzelay, y el sobrino del pintor Regoyos y el propio Buñuel, que hacía, claro está, de Hamlet.[35]
Cuando inició su carrera cinematográfica siguió la misma línea:
* Un perro andaluz: Había decido hacer una película. Nadie me preguntó por el dinero. Todos mis colaboradores eran amigos.[36]
* La edad de oro: Había actores, figurantes y algunos amigos, como madame Víctor Hugo, acompañada de un ceramista catalán, Artigas, de grandes bigo­tes. Actuaron también en la película Max Ernst y Pierre Prévert, que aparecían entre los ban­didos. El bandido cojo es Pancho Cosío, un pintor español que murió hace poco.[37]
* Las Hurdes/Tierra sin pan: Las Hurdes me parecía entonces la región más extraña del mundo. Fui con tres amigos, Elie Lotare, fotógrafo (Marc Allé­gret prestó la cámara), Pierre Vogel y Pierre Unik.[38]
En Filmófono hizo lo mismo con su equipo técnico y cuando fue a México igual: Tengo la idea de un film de dos bobinas que haré con un equipo de amigos, técnicos de México.[39]
Cuando el productor Gustavo Alatriste le propone realizar la película Viridiana en España, Buñuel le dice: Si usted hace la película con una firma española...tiene que ser UNINCI, porque en UNINCI hay un grupo de amigos míos.[40]
Cuando rueda sus últimas películas en Francia se rodea también de su círculo de amigos, empezando por el productor Serge Silberman.
Así fue Buñuel durante toda su vida: amigo de sus amigos. No nos debe extrañar pues que: Desde hace algún tiempo, apunto en un cuaderno los nombres de mis amigos desaparecidos. Llamo a ese cuaderno El libro de los muertos. Lo hojeo con bastante frecuencia. Contiene centenares de nombres, unos al lado de los otros, por orden alfabético. Solamente anoto los nombres de aquellos con los que he tenido, aunque sólo fuera una vez, un verdadero contacto humano, y los miembros del grupo surrealista están marcados con una cruz roja. 1977-1978 fue para el grupo un año fatal: Man Ray, Calder, Max Ernst y Prévert desaparecieron en pocos meses.
El productor francés Silberman a la derecha
Algunos de mis amigos detestan este librito, temiendo, sin duda, figurar en él algún día. No pienso como ellos. Esta lista familiar me permite recordar a tal o cuál personaje que, sin ello, habría caído en el olvido.[41]
Y sin renunciar al humor en ningún momento: Al aproximarse mi último suspiro, imagino con frecuencia una última broma. Hago llamar a aquellos de mis viejos amigos que son ateos convencidos como yo. Entristecidos, se colocan alrededor de mi lecho. Llega entonces un sacerdote al que yo he mandado llamar. Con gran escándalo de mis amigos, me confieso, pido la absolución de todos mis pecados y recibo la Extremaunción. Después de lo cual, me vuelvo de lado y muero.[42]


[1] Roman Gubern: Divagations sur Bunuel. Les cahiers de la cinémathèque, nº 38-39, hiver 1984, pág. 216
[2] Gustavo Alatriste en Max Aub: Conversaciones con Buñuel, Aguilar, 1985, pág.454
[3] 1974, Beatriz Reyes Nevares: Trece Directores Del Cine Mexicano, Sep Setentas, 1974, pág. 75
[4] Agustín Sánchez Vidal: Los expulsados del paraíso, Escuela Libre Editorial, 1995, pág. 59
[5] Luis Buñuel: Me atraen las contradicciones de la burguesía, Ivonne Baby, 1972 (Le bourgueoisie es dans mon champs, Le Monde, 14 septiembre 1972) (Triunfo, nº 522, 30 septiembre 1972) Tomado de Luis Buñuel Vivo, por eso soy feliz, Confluencias, 2015, pág. 119
[6] Luis Buñuel: Mi último suspiro. Plaza & Janés, 1982, pág. 51
[7] Francisco Rabal en: Buñuel 100 años. Es peligroso asomarse al interior, Instituto Cervantes, 2000, pág. 148
[8] Emilio Sanz de Soto, en: En torno a Luis Buñuel, Cuadernos de la Academia, nº 7-8, agosto 2000, pág. 518
[9] Miguel Zapater en, Max Aub: Conversaciones con Buñuel, Aguilar, 1985, pág.207
[10] Ibídem, pág. 210
[11] Hasta 1925 en que se marchó a París.
[12] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel, Plot, 1993, pág.18
[13] Max Aub: Conversaciones con Buñuel, Aguilar, 1985, pág. 101-2
[14] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza & Janés, 1982, pág. 62
[15] Luis Buñuel: Mi último suspiro. Plaza & Janés, 1982, pág. 135
[16] Carta a Pepín Bello de 11/05/1930, en: Buñuel, Lorca, Dalí: El enigma sin fin, Planeta, 1988, pág. 246
[17] Max Aub: Conversaciones con Buñuel, Aguilar, 1985, pág. 77
[18] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza & Janés, 1982, pág. 150
[19] Max Aub: Conversaciones con Buñuel, Aguilar, 1985, pág. 88
[20] Gustavo Pittaluga en: Max Aub: Conversaciones con Buñuel, Aguilar, 1985, pág. 366
[21] Carta de Luis Buñuel (5/9/48) en: José Rubia Barcia: Con Luis Buñuel en Hollywood y después, Edicios do Castro, 1992, pág. 41
[22] Carta de Buñuel (12/12/47) a José Rubia Barcia: Con Luis Buñuel en Hollywood y después, Edicios do Castro, 1992, pág. 35
[23] Carta de Luis Buñuel a Lulú Jourdain de fecha: 16/05/1950, en: Carmen Peña Ardid y Víctor M. Lahuerta Guillén (Eds): Buñuel 1950, Los olvidados guion y documentos. Instituto de Estudios Turolenses, 2007, pág. 642
[24] Marcel Oms: Don Luis Buñuel, Les Éditions du Cerf, 1985, pág. 95
[25] Antonio Castro : Evolución y permanencia de las obsesiones en Buñuel En: Obsesión es Buñuel, Ocho y medio, 2001, pág. 312
[26] Nieves Arrazola : En torno a Buñuel. Cuadernos de la Academia, nº 7-8, agosto 2000, pág. 62
[27] Joaquín Jordá en: En torno a Buñuel. Cuadernos de la Academia, nº 7-8, agosto 2000, pág. 284
[28] Saint-Jean, Roxane : Entretien avec Luis Buñuel, Positif, n.º 162, 1974. Tomado de Buñuel, Ed. Kyrios, 1975, pág. 62
[29] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel, Plot, 1993, pág.135
[30] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel, Plot, 1993, pág.60
[31] Luis Buñuel: Me atraen las contradicciones de la burguesía, Ivonne Baby, 1972 (Le bourgueoisie es dans mon champs, Le Monde, 14 septiembre 1972) (Triunfo, nº 522, 30 septiembre 1972) Tomado de Luis Buñuel Vivo, por eso soy feliz, Confluencias, 2015, pág. 116
[32] Max Aub: Conversaciones con Buñuel, Aguilar, 1985, pág. 144
[33] Luis Buñuel: Autobiografía, en: ¿Buñuel! La mirada del siglo, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 1996, págs. 286-7
[34] En colaboración con Pepín Bello
[35] Agustín Sánchez Vidal: Buñuel, Lorca, Dalí: El enigma sin fin, Planeta, 1988, pág. 90
[36] Conversación con Luis Buñuel, Iris Barry 1940 (Conversation with Luis Buñuel, Columbia Univesity) Nueva York, 1940) (Positif, nº 146, enero 1973). Tomado de Luis Buñuel Vivo, por eso soy feliz, Confluencias, 2015, pág. 47
[37] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel, Plot, 1993, pág.28
[38] Poniatowska, Elena, “Palabras cruzadas”, Cuadernos de Cine de la Universidad de México, vol. XVI, 1961
[39] J. Francisco Aranda: Luis Buñuel, Lumen, 1975, pág.199
[40] Buñuel a Portabella. En: John Baxter: Luis Buñuel. Una biografía. Paidós, 1996. Pág.: 15
[41] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza & Janés, 1982, pág. 248
[42] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza & Janés, 1982, pág. 250

Comentarios

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