La violencia en Luis Buñuel
Violencia es una de las palabras que más aparecen cuando se habla del
cine de Buñuel, pero antes de hablar de este tema en relación con su cine,
veamos este diálogo entre Luis Buñuel y Max Aub:
—Sí.
—Es el tema que a todo el mundo
ha dejado verdaderamente estupefacto. No ha habido ningún director que... No,
no hablo de crueldad física. La furia, lo que se llama la violencia, estar
fuera de sí, el ímpetu sin barreras, la fuerza, obrar—a veces—fuera de razón y
justicia, la ira... Exactamente todo lo que, a partir de cierto límite, me
lleva a mía contemplar las cosas desde la barrera. Pero tú eres un hombre
violento en el sentido en que eres capaz del disparate, ¿verdad?
—Sin poder...
—Frenarme.
Aunque a los dos minutos recorro mi camino en sentido contrario.
—Bueno, pero esos dos minutos...
—Lo
primero es instintivo y por encima de mis razones, la violencia me sale. Ahora
ya pocas veces, pero me ha servido mucho.
—¿Te has sentido empujado por ti
mismo, salido de ti? ¿Desde qué edad? ¿Lo recuerdas?
—No.—¿Siendo niño?
—Sí.
—De pronto por...
—¿Pero era porque no hacían lo
que tú querías o porque te encontrabas con algo que no esperabas, que te
molestaba, por el dolor físico?
—No.
Era como lo de tus «crímenes»: «Lo maté porque no pensaba como yo.» Un poco por
eso. Si, un poco de «lo mató porque no pensaba como él». Al principio podía ser
por una cosa física, mecánica. Luego, ya la violencia por la discusión fue
mayor. Ya cuando fui adolescente, el estallar de pronto ante una cosa,
generalmente era porque no pensaba como yo u oía decir una cosa que me
indignaba, sobre alguien... y, no sé, no sé...
—Y no podías dominarte.
—No,
no. Me doy cuenta, pero contra la violencia no puedo. Es como un ataque de
epilepsia.
—Esa misma violencia, ¿no te ha
dado ninguna idea?
—No,
no, ninguna. Sin embargo, te repito una cosa que me extraña: yo no veo la
violencia de mis películas. Hombre, si me pongo a verla como si fuera la obra
de otro, me la puedes mostrar, pero yo no me doy cuenta. Como no me doy cuenta
del erotismo. El erotismo... Me quedo admirado cuando leo libros que hablan del
erotismo de mis filmes. Me quedo admirado, porque yo no lo veo. No me doy
cuenta. De manera que por eso creo que actúo siempre bastante irracionalmente.
Luego, soy capaz de darme cuenta. Me lo pueden explicar o..., pero no me doy
cuenta muy bien. Ni del valor de las películas, del valor que tienen para
alguna gente. Ni del erotismo ni de la violencia. Me doy cuenta luego. Palabra.
Creo que exageran. Cuando pienso en eso, digo: «Han construido un castillo
sobre algo que yo veo muy pequeño. O a lo que no le doy importancia.» Me
extraña, me admira ver que le han dado esa magnitud. No me doy cuenta. El
erotismo, no sé, el erotismo...
—Hay violencia, por ejemplo, en Nazarín. En El ángel exterminador...—Hay violencia en todo.
[…]
—Así que crees que no eres más violento que cualquier otro hombre normal.
—No
sé. Creo que no…[1]
Creo que la sinceridad de Buñuel deja claro este aspecto de su carácter
y que completamos con algunas otras apreciaciones:
“Luis, en un tiempo tenía esa cosa que es muy aragonesa, y yo no sé si
también muy española, que tiene por ejemplo Goya, que también es aragonés, que
es una especie de mezcla entre violencia y sensibilidad. Y él sabía cómo
hacerlo, sabía cómo utilizar la violencia y cómo ser sensible, que no es tan
fácil.”[3]
Y si hablamos del cine de Buñuel son numerosos los estudiosos de su
obra que aluden a la violencia:
Buñuel es uno de los primeros en haber tenido la audacia de agredir al público
por la representación de una violencia física, intelectual o moral, de forma
que, maltratado, tocado en lo más profundo de él mismo, el espectador pone en
cuestión sus certezas y ensancha otro tanto su conocimiento de sí mismo.
Totalmente comprometido con su obra, el cineasta pertenece a la línea de los grandes rebeldes –Rimbaud,
Lautréamont, Sade...-que, en su insolencia lúcida, rechazan pactar con el
mundo. Su revuelta –de la que la de Modot es una especie de puesta en abismo-
no es solamente ideológico; es también y ante todo en su relación concreta,
perceptivo al mundo.
Pero no ver en estos filmes nada más que el aspecto escandaloso,
agresivo y perturbador, es olvidar que uno de sus mayores virtudes es el de
entrar en contacto con las profundidades de lo psíquico del hombre, y pues del
espectador, si en tanto que lo es se deja seducir.[5]
Él |
La violencia y el sadismo, como medios de comunicación, no solamente
aparecen en sus argumentos, ideas y situaciones, sino...en la manera de
presentar dichas escenas, en el brusco impacto que pretende conseguir en el
espectador por medio de una deliberada técnica de montaje y ritmo de “choque”,
en la eliminación de la belleza estética –para evitar la sensación de agrado–
y, por último, en la calidad enervante, táctil, de muchos fotogramas.”[6]
La violencia radical que siempre se ha asignado a los contenidos del
cine de Buñuel… forma también parte de su puesta en escena, de su mirada...[7]
En él, la violencia
increíble del trazo se acompaña de un sorprendente pudor expresivo. Quienes son
chocados por sus películas no suelen serlo por lo que él muestra, que se
mantiene siempre en los límites de la decencia en el sentido habitual del
término, sino por lo que sus imágenes implican de valor corrosivo y destructivo
en el plano moral...
“No es una deformación sádica la que nos presenta este mundo como cruel
y duro; al contrario, Buñuel muestra la violencia en planos brevísimos sin
recrearse en ella, dándonos apenas los datos imprescindibles para que tomemos
conciencia, con un auténtico sentido del pudor.”[9]
Los animales son también expresión de agresividad y violencia, como los
gallos que se presentan en el momento de la muerte.[10]
El protagonista
prototípico de Buñuel es, entre otras cosas, un hombre que desea a una mujer,
abierta o secretamente (secretamente a veces para su propia conciencia) con una
pasión muy intensa. Su edad fue variando con la sucesión de sus películas a lo
largo de los años. Desde el treintañero de Un perro andaluz, o de La
edad de oro, pasando por cuarentones como Francisco de Él o el Chark de La muerte en este jardín,
hasta los otoñales de Tristana,…o Ese oscuro objeto del deseo. Pero los principales rasgos de su
carácter permanecieron: obsesión en su deseo, violencia o audacia frente a los
obstáculos, gran magnetismo para atraer obstáculos, energía y autoritarismo o
paternalismo proteccionista frente a la mujer...[11]
Pero la violencia en el cine de Buñuel ha ido evolucionando con los años. Tal y como nos dice Carlos Saura: “Hay un Buñuel juvenil, violento y agresivo, y que seguramente necesitaba afirmar su personalidad de alguna manera, no sé, provocando...Era un provocador.”[12] Lo anterior queda confirmado por estas declaraciones de Buñuel de 1930: A los que me halagan, les correspondo con una descarnada y demoledora diatriba...Esta actitud mía, y de todos los que piensan como yo, corresponde a un anhelo de reaccionar violentamente contra un ambiente de farsa y confusionismo que denigra y envilece.[13]El río y la muerte |
El realizador encontró en el surrealismo un medio de dar rienda suelta a su inconformismo: Cuando era joven, el movimiento surrealista en Francia era el movimiento artístico más violento del mundo. Usábamos la violencia como un arma contra lo establecido.[14]
André Breton corrobora este carácter de Buñuel: “El anticonformismo absoluto, la rebelión contra todo lo que existía entonces, creo que no había marco más apropiado para su natural violencia. Era muy consciente de sus facultades… El genio de Buñuel siempre me ha parecido que radicaba en lo que de exaltado y exasperado hasta el límite tiene en él el conflicto entre el instinto sexual y el instinto de muerte.”
Buñuel hizo ver al surrealismo lo que podría ser el paso a la acción directa que yo reclamaba (con mesura) al final del primer Manifiesto (1924). Con los medios que le eran propios, nos ayudó mucho a superar el estadio de la especulación teórica. Mostró en situaciones humanas muy concretas lo que no acertábamos a ver claro –al menos de forma inmediata- de nuestros deseos: su confrontación con la vida. Nos produjo una auténtica conmoción al ponernos delante de seres físicos que encarnaban nuestras inclinaciones más violentas.
Esta “guerra” particular de Buñuel empezó con su primera película Un
perro andaluz. El inesperado éxito de público provocó las siguientes
declaraciones del realizador: Una película taquillera, eso es lo que ha pensado la
mayoría de la gente que la ha visto. Pero qué puedo hacer contra esa plebe imbécil
que ha encontrado bello o poético lo que, en el fondo, no es más que una
desesperada invocación a la muerte.
Y continuó con su siguiente filme: El Buñuel de La
edad de oro es un hombre que está seguro de sí mismo y de sus ideas. Que ha
encontrado la meta, que ha encontrado la verdad... Por tanto, luchemos contra
lo que odio. Soy anti contra todo lo que odio. Y es un film claro, decidido,
sin misterio. Nada. Muy surrealista desde luego, pero no hay misterio. Mis
ideas se ven clarísimas... Todo lo que tiene de anti–tal, anti–familia,
anti–patria, anti–religión, anti–todo, están expresadas clarísimamente, es muy
violenta. [15]
La edad de oro es “el film más violento y destructivo de
Buñuel, en el clima surrealista de aquellos años, en que se atacaba cualquier
institución social por cualquier medio capaz de producir el escándalo. El amor
erótico, l´amour fou de los
surrealistas, es el símbolo de todas las liberaciones. Todo lo que pueda
interponerse en este camino es atacado: la religión, los arzobispos, los
militares, los burgueses, las ancianas, los mutilados, la guerra, los niños...[16]
He ahí el resultado de un film que yo creía
tierno por encima de su violencia y que dejaría al público más bien soñar en
lugar de hundirlo en una pesadilla. Este resultado yo lo esperaba, al
contrario, para Un perro andaluz.[17]
Las Hurdes /Tierra sin pan comulga con los dos anteriores films
en su intención de mostrar las cosas como son, con sus imágenes violentas
opuestas al comentario y la música del filme.
De su etapa mexicana en sin lugar a dudas Los olvidados el filme en
el que la violencia está ligada a la esencia de la película: “La película me
conmovió: estaba animada por la misma imaginación violenta y por la misma
fuerza implacable de La edad de oro, pero Buñuel, a
través de una forma muy estricta, había logrado una concentración mayor.[18] A lo largo de la película
vemos como se alzan los brazos para ejercer la violencia: Jaibo mata a Julián y
rompe el tambor del ciego. Este golpea al chico que le intenta robar y a
Ojitos. Pedro y su madre contra las gallinas.
La edad de oro |
Otra de sus películas plagadas de violencia es Abismos de pasión: “hay una
sola escena no violenta, es decir, una sola escena en la que dos personajes no
se enfrentan rabiosamente por una u otra razón: es aquella en la que Mistral y
Dilián recorren los escenarios secretos de su infancia compartida.”[19] Todo es violencia, pasión
desbocada, fiereza de los instintos primigenios.[20] Buñuel le ha dado (al
romanticismo) una nueva dimensión, por la descripción precisa y clínica, de una
violencia sin freno.[21] En ninguna otra película,
salvo La edad de oro se muestra con tanta violencia la pulsión del
deseo...
En Él la violencia
aflora en esta película vinculada a la sexualidad. En el protagonista,
Francisco, coexisten una religiosidad exacerbada con la paranoia y la
violencia..[22]
El río y la muerte está plagada de peleas y venganzas, en Susana
el instinto maternal de Carmen, se transforma en violencia cuando ve en peligro
su puesto en la familia. Incluso en películas como Nazarín la violencia,
crueldad y sadismo están presentes en varias escenas, y no digamos nada de La
joven, Viridiana, Diario de una camarera, Belle
de jour, etc. Si intentáramos hacer un estudio minucioso de la
violencia en todas sus películas esto se haría interminable. Las escenas
violentas campan a sus anchas por toda su filmografía, aunque en general
podemos decir que ahora Buñuel ha evolucionado en la forma de comunicarse con
su público y utiliza preferentemente el humor.
“De la cultura española Buñuel ha integrado una cierta poética de la
violencia y la tradición del humor negro que va de Quevedo a Goya, rasgos que
han sido transportados por el esplendor del humor negro en México; este
contexto explica bien la amplificación
de los dos componentes de la cultura hispánica –la violencia y la risa macabra-
en la filmografía mexicana de Buñuel...”[23]
Susana |
"Digo
ahora con humor lo que antes decía con violencia. Cada vez me siento menos
inclinado hacia la violencia... Actualmente el escándalo y la violencia privan
en todas partes: guerras, revoluciones, terrorismo... Con lo cual el escándalo
y la violencia ya no sirve para nada, han perdido su eficacia para nosotros, los
artistas".[25]
Actualmente me siento muy poco violento –declaró en el
momento del estreno de El discreto
encanto de la burguesía, en 1972-. Violento, sí, lo soy, imaginativamente.
Sin duda, me mantengo fiel a las revueltas de mi pasado, pero hoy, entre tanta
confusión ideológica, mis ilusiones casi han desaparecido y no puedo, por
experiencia, tener confianza en los nuevos regímenes políticos.[26]
Nazarín |
Hay un muy marcado cambio de actitud entre sus primeras épocas y la
última en cuanto a su denuncia. En su etapa surrealista, se valía de la
violencia para llamar la atención sobre ésta, ligada al orden/desorden
establecido. Sin embargo, en su última época, en los años 70, cuando la
violencia se ha generalizado, siente un gran repudio de ésta y nos muestra –con
óptica afín a su paisano Goya– el horror de esta violencia ciega.[27]
El surrealismo ha pasado a la vida. Hoy en día la violencia está en todas partes. Hay guerras, revoluciones, terrorismo. La violencia no sirve ya para nada. No hay nada que escandalice. El arte necesitaba armas. Ahora las armas no sirven para nada. Yo he sido un terrorista teórico. Actualmente desprecio el terrorismo, incluso al teórico. Atacar la violencia con violencia es absurdo.[28]
Lo único que parece haber modificado el transcurso de los años es su
creencia en la posibilidad de transformar el mundo. Cuando Buñuel realiza Un
perro andaluz, está seguro de que se puede transformar la realidad, y
que esto se conseguirá atacando, directa y violentamente, los pilares que rigen
una sociedad explotadora y corrupta. Cuando más de cuarenta años después
realiza El discreto encanto de la burguesía, esos mismos pilares –burguesía, familia, religión y ejército–
siguen siendo el blanco de los ataques de Buñuel, pero éstos van adquiriendo un
carácter testimonial, consecuencia del progresivo escepticismo que ha ido
anidando en su corazón.[29]
No
quiero hacer el papel de profeta, pero pienso que nos acercamos a la
catástrofe final. Si no es por la bomba atómica, será por la destrucción del
medio ambiente. Miren ustedes la publicidad que se le da a la violencia. El
exceso de información es como la peste. Hoy los terroristas tienen más cartel
que las estrellas de cine. Se suponía que en nuestro siglo iban a acabarse las
dictaduras, pero termina una y surgen dos. Y el smog, y la pesadilla del ruido
y de la música enlatada, y el caos que son las ciudades No creo más en el
progreso social. Sólo puedo creer en unos pocos individuos excepcionales y de
buena fe, aunque fracasen, como Nazarín.[30]
Abismos de pasión |
Así pues el propósito de Buñuel de sacudir al espectador que contempla sus películas se ve hoy frustrado porque la violencia con su omnipresencia, ha dejado de ser subversiva.
[1]
Max Aub: Conversaciones con Buñuel, Aguilar,
1985, Pág.151-53
[2]
Ricardo Muñoz Suay, en: Testimonios sobre
Luis Buñuel En: Turia, nº 28-29, mayo
1994, Pág. 216
[3]
Carlos Saura : En torno a Buñuel, Cuadernos
de la Academia, agosto 2000, Pág. 537
[4]
Carlos Saura, en: Raúl Carlos Maícas: Miradas
sobre Buñuel En: Turia, nº 50, octubre
1999, Pág. 206
[5] Claude Murcia: Un chien andalou/L´âge d´or, Nathan, 1994, Pág. 93
[6]
J. Francisco Aranda: Luis Buñuel, Lumen,
1975, Pág.101
[7]
Carlos Losilla: A propósito de la mirada
buñueliana. En: Vértigo, nº 11,
marzo 1995, Pág. 27
[8]
Marcel Martin, en: Emilio García Riera : Historia
documental del cine mexicano, VIII. Pág. 175
[9]
J. Francisco Aranda: Luis Buñuel,
Lumen, 1975, Pág. 42
[10]
Fernando Cesarman: El ojo de Buñuel, Anagrama,
1976, Pág. 59
[11]
Xavier Bermúdez : Buñuel: espejo y sueño,
Ediciones de la Mirada, 2000, Pág. 77-8
[12]
Carlos Saura, en: Testimonios sobre Luis
Buñuel En: Turia, nº 28-29, mayo
1994, Pág. 218
[13]
Declaraciones al Heraldo de Aragón,
(20/7/30), En: Andrés Ruiz Castillo: Luis Buñuel, Un chien andalou y el
superrealismo. En: Turia, nº 26, noviembre
1993, Pág. 186
[14]
Declaraciones a Newsweek, 121 (6/11/92). En:
Elena Gascón-Vera: La imaginación sin
límites: Sade en Buñuel. En: Turia,
nº 26, noviembre 1993, Pág. 155
[15]
André Breton: Desesperada y
apasionada.(¿Buñuel! La mirada del siglo). Museo Nacional de Arte Reina
Sofía, 1996, Pág. 35
[16]
Manuel Villegas López, en: Luis Buñuel: El
ángel exterminador, Aymá, 1964, Pág. 119
[17]
L´âge d´or. Correspondance Luis
Buñuel–Charles de Noailles. Pág. Centre Georges Pompidou, 1993, pág. 108
[18]
Octavio Paz: Los olvidados Cannes 1951. En: AA. VV.: El ojo. Buñuel, México y el Surrealismo,
Centro Nacional para la Cultura y las Artes, 1996, Pág. 21
[19]
Emilio García Riera : Historia documental
del cine mexicano, V. Pág. 158
[20]
Pablo Pérez/Javier Hernández: Luis Buñuel
y el melodrama. En: Vértigo, nº
11, marzo 1995, Pág. 40
[21]
Guy Gauthier, en: Emilio García Riera : Historia
documental del cine mexicano, V. Pág. 162
[22]
Antonio Monegal: Luis Buñuel de la
literatura al cine, Anthropos, 1993, Pág. 191
[23] Roman Gubern: Divagations sur Bunuel. Les
cahiers de la cinémathèque, nº 38-39, hiver 1984, Pág. 209
[24]
Xavier Bermúdez : Buñuel: espejo y sueño.
Ediciones de la Mirada, 2000, Pág.: 66
Ensayo de un crimen |
[25]
Agustín Sánchez Vidal: Luis Buñuel. Ed.
J.C., 1984, Pág. 356
[26]
Tomado de: Freddy Buache: Luis Buñuel.
Guadarrama, 1976, Pág. 224
[27]
Víctor Fuentes: Buñuel: Cine y Literatura,
Salvat, 1989, Pág. 178
[28] Roxane Saint–Jean: Entrevista con Luis Buñuel, Positif, n.º 162, 1974
[29] Antonio Castro: El pensamiento cinematográfico de Luis Buñuel. En: La imaginación en libertad, Ed.
Universidad Complutense, 1981, Pág. 19
[30]
Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel
por Buñuel, Plot, 1993, pág. 108
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