El cine de Luis Buñuel visto por Carlos Fuentes
Carlos Fuentes pronunció en 1970[1],
una conferencia
en la radio de la Universidad Nacional Autónoma de México[2].
El tema fue:
Luis Buñuel: el contexto social y literario de su obra fílmica.
Amigo y profundo conocedor[3]
de la obra del aragonés, me he permitido la libertad de transcribirla de forma
íntegra[4]
por su gran interés:
De Un perro andaluz a La
vía láctea, Luis Buñuel se hace constantemente una pregunta: ¿este
tiempo, este espacio, esta cronología y esta ubicación son la verdadera
realidad? ¿La realidad es lo los sentidos de cada individuo perciben o existe
una realidad anterior o latente,
circundante y circulante que se impone a nosotros y ahoga nuestra pretensión
solipsista, nuestra arrogante pretensión de definir subjetivamente al mundo?
No se trata de una simple oposición del determinismo
objetivo del mundo social y de la aparente libertad subjetiva. Los muchachos de
Los
olvidados y la desvalida comunidad de Las Hurdes son el
resultado del medio. Están capturados en él, tanto como los burgueses de La edad
de oro o El ángel exterminador están encadenados por las convenciones de
su clase. La diferencia explícita en Buñuel es que los jóvenes de las barriadas
de México y los fantasmas de las tierras sin pan de España no pueden modificar
su situación con los medios filantrópicos y sentimentales que la sociedad a
sabiendas de su inutilidad pone a su alcance. En cambio, la clase dominante
puede modificar a su antojo las convenciones que ella misma dicta y sublimar
las relaciones de propiedad y de sujeción en una moral de la filantropía y en
una estética de los sentimientos. Esto es lo que Buñuel quiere decir cuando
afirma: “Para mí la verdadera inmoralidad es el sentimentalismo burgués.”
Buñuel no idealiza a las clases trabajadoras. Su ataque
contra las jerarquías y las ideas recibidas es radical. A la imagen azucarada
de la pobreza que nos ofrecen De Sica en Milagro en Milán o Steinbeck en Tortilla Flat, Buñuel contesta señalando
que la pobreza es un infierno degradante y que la explotación consiste no solo
en imponer la injusticia de arriba hacia abajo, sino en establecerla
horizontalmente entre los propios explotados. Los humillados y ofendidos de
Buñuel lo son en un doble sentido: desde afuera y desde adentro. La injusticia
constituye una totalidad y debe ser atacada como tal. En su aspecto social, el
cine de Buñuel revela sin atajos la totalidad contaminante del poder y la
atrocidad totalizante de los sistemas inventados por la civilización
occidental.
Julio Cortázar, Fuentes y Buñuel |
La mirada. ¿Por qué me rebanas los ojos abuelita? Para que
veas mejor hija mía. Un alfiler pasado por el ojo de la cerradura en Él,
un picahielo en El Bruto, un crucifijo-navaja en Viridiana, la navaja
ocular de Un perro andaluz. Buñuel corta el ojo de una mujer y quince
años más tarde, la misma mujer admira con los dos ojos una reproducción de
Vermeer, antes de asomarse a la ventana y ser testigo de un accidente, no menos
traumático que la mutilación de la vista. Una bella y triste hermafrodita es
atropellada por un auto, mientras toca con una vara la mano mutilada que se
encontraba en el estuche escolar de un ciclista desvanecido.
Ya en Un perro andaluz Buñuel se ha
adueñado del tiempo, ha roto su orden convencional, sucesivo, decadente y
futurizable. Hemos ingresado al tiempo real de nuestro deseo. Quizás la mujer
de Un
perro andaluz, al perder la vista empieza a vivir hacia atrás, quizás
recupera sus visiones anteriores, como Borges dice que los cadáveres en
descomposición van recuperando sus rostros pasados, hasta que una nueva
violencia, los dos accidentes en la calle, la lanzan de nuevo hacia adelante, a
ritmo de tango y armada con un doble tiempo: uno lineal y otro circular que le
permiten ubicarse libremente. La mujer abre la puerta de su apartamento parisino
y sale directamente al mar.
Fuentes, Buñuel y Silvia Lemus |
Esta fusión de tiempos y espacios en Buñuel convoca nuevas
preguntas: ¿Cómo se llama el amor? No solo una de sus combinaciones, sino
todas. ¿Cuáles son los nombres de todos los deseos? Y ¿Dónde están, las
regiones, paraísos e infiernos tan temidos y tan deseados, que los purgatorios de
la realidad aparente nos impiden habitar? ¿Qué azarosa combinación de palabras,
actos, ubicaciones permitirá que el puente levadizo caiga y las puertas del
castillo de La edad de oro se abran de par en par y la peste termine y los
hombres y mujeres amurallados, durante ciento veinte jornadas y otros tantos
siglos, puedan abandonar la pequeña sala de El ángel exterminador, el
palacio condenado del Decamerón, la
noche milenaria de Sherezade, el hotel de Mariembad, la balsa de los náufragos
de la Medusa. Quizás como en La carta
robada de Edgar Allan Poe, el documento esencial, la clave secreta, la
palabra de pase están escondidos en el lugar más obvio, al alcance de la mano.
De allí la técnica cinematográfica de Buñuel, esa omni-inclusión vibrante y
enternecida, saludablemente vulgar y desordenada que teme cualquier exclusión,
que acaso irreparablemente deje de ver una sola cosa, una sola pista del mundo.
La mirada total de Buñuel, encuentra su equivalente parcial
físico, en esa suma de objetos punto-cortantes, con los que en sus películas
nos priva de nuestra mirada confortable y rutinaria y nos deja aparentemente
ciegos, desamparados y obligados a inventar una nueva mirada para los seres y
las cosas que ya no pueden ser vistos por la agotada visión de quienes no desean, porque no necesitan,
porque el deseo nacido de la necesidad, es el centro de la obra de Buñuel.
El sentido y el contrasentido del deseo, sus caminos más
obvios y también los más secretos. El deseo satisfecho, tranquilidad final de
Sévérine en Belle de jour y la insatisfacción del deseo en (…) de los
amantes en La edad de oro. En Buñuel el deseo sustituye radicalmente a la
belleza como valor del arte. Más bien, el deseo es la belleza. Lo bello, es
solo lo deseable, pero lo deseable puede ser atroz, o destructivo o cruel o
mortal. El deseo es un desencadenarse que nos obliga a romper el orden del
mundo que se levanta como una barrera, como una prohibición entre nosotros y el
objeto de nuestro deseo. En el cine de Buñuel el deseo nos expone al riesgo
total de buscar lo imposible. Cada deseo satisfecho en Buñuel, nos acerca a un
nuevo deseo insatisfecho. Cada escalón de la posibilidad nos acerca a la sima
de la imposibilidad absoluta, la muerte. Somos insaciables de la vida, la
muerte es insaciable de nosotros. El amor y la revolución, puntas
incandescentes del deseo individual y del deseo colectivo en el universo de
Buñuel son ensayos de la muerte. Amor y revolución, la muerte iluminada. Todo
en el mundo crítico de Buñuel, impide que el amor se realice. El amor, el sumo
bien, es asesinado y enterrado por la sociedad como los burros muertos dentro
de los pianos de Un perro andaluz. En cambio la muerte, el sumo mal, es el signo
mismo de la certeza, de la posibilidad. La sociedad organiza la muerte.
Entonces, los personajes de Buñuel asumen los ropajes del mal para llegar al
amor, y todos ellos se dicen que quizás el amor y la muerte son en cierto modo
gemelos y requieren caminos similares. Repito, caminos, porque esta idea de
sendero, de peregrinación, es básica en Buñuel. Idea española de la caballería
andante, idea cristiana de la ruta del Grial, idea herética de la salvación
fuera de la Iglesia, idea clásica de la Orestiada personal, que al exponernos
al mundo, obliga al mundo a exponerse a nosotros.
Buñuel y Fuentes entre otros, en 1975 Celebran el 75 cumpleaños de Buñuel |
Los personajes de Buñuel cumplen un sacerdocio, viven una
búsqueda del ser auténtico y cambiante, a lo largo y ancho de las selvas
personales y de los océanos sociales. Buñuel identifica el deseo con la
autenticidad del hombre en el mundo y por ello su sacerdocio posee un sentido
superior, un sentido al cabo de identidad solidaria. El sacerdocio erótico de
los amantes de La edad de oro vale tanto como el sacerdocio de la soledad, el
trabajo y la fraternidad de Robinson Crusoe. Y el sacerdocio
paranoico, masoquista, fetichista y necrófilo de los personajes, de Él,
Belle
de jour, Ensayo de un crimen o Cumbres borrascosas, vale tanto como
el sacerdocio místico de Nazarín, Viridiana o el estilita Simón del desierto.
Sendero, camino, ruta, el claustro es el origen, la primera
ubicación. Se sale del claustro, unidad del principio, la infancia de Archibaldo
de la Cruz y Sévérine de Sérizy. El convento de Viridiana y la buhardilla de
Nazarín. El barco de Robinson. La choza materna de Los olvidados, formas
proteicas de un solo vientre, para recorrer un camino que nos conduce a otro
claustro, prisión de Nazarín, tumba de Heathcliff y Cathy, casa abandonada de Viridiana,
iglesia sitiada de El ángel exterminador, monasterio de Él, montaña de basura en Los
olvidados.
En el camino, la unidad del principio se dispersa en
opuestos, el sentido se fragmenta, la ruptura es el precio de la experiencia,
pero también la condición de la poesía, que se nutre de la pluralidad del
sentido y del manantial de la ruina. La paradoja de la poesía es que su
alimento es esa ruptura y su función, reconstruir la unidad a partir de la
dispersión. El surrealismo quería reunir los opuestos. En Buñuel esa reunión
tiene lugar, se hace visible y concreta para los sentidos, aunque fuera de los
sentidos. La reunión tiene lugar fuera del yo, es un reconocimiento del mundo
cambiante y del ser cambiante en el mundo. Los opuestos están allí en tensión,
como dos bestias o dos enamorados a punto de devorarse entre sí a besos y
dentelladas. El arte de Buñuel consiste en alentar ese encuentro paradójico y
frágil en que la separación culmina en un abrazo, pero el abrazo es
reconocimiento de otra separación. Deseamos al ser amado, pero solo podemos
amarlo si reconocemos su existencia separada, personal, única. El deseo, la
libertad y el amor, son sinónimos en Buñuel.
“Quien desea y no actúa engendra la peste”, dijo el poeta
inglés William Blake. La tensión de los personajes de Buñuel se da entre sus
deseos y los actos que realizan para cumplirlos. Esa tensión ya es la salud.
Engendran la peste en cambio los veinte comensales sitiados de Un
ángel exterminador [sic],
incapaces de actuar porque son incapaces de desear. Siempre dentro de esta
tensión entre el deseo y el acto, Buñuel destruye las medidas morales
acostumbradas para revelar una zona velada y vedada del deseo y del acto humano
y enseguida atribuirles valor, daño, dolor, ternura, terror y simpatía.
Buñuel nunca desprecia y esto lo distingue netamente de
muchas formas degeneradas del surrealismo. El escándalo de Buñuel nunca se
agota en sí mismo. Primero porque a menudo adopta una forma cómica, una
catarsis por la carcajada. Apenas se ponen solemnes, los personajes de Buñuel reciben
un pastelazo en pleno rostro, como en las películas del gordo y el flaco.
Trinidades tragicómicas, Nazarín, la fe y una piña. Viridiana, el sexo y el
juego de tute. Y también porque ese escándalo abre la puerta a un campo
cerrado, a una realidad ignorada. Porque no cabe dentro del estrecho marco de
conocimiento del racionalismo, porque pone en entredicho todas las beatitudes
humanistas y positivistas, porque rasga el velo de las buenas conciencias,
nutridas por partes iguales de las concretas realidades económicas y de las
reconfortantes quimeras espirituales. Un espectador puede salir ofendido,
mixtificado o liberado de una sala donde se exhibe una película de Buñuel. Es
difícil que salga indiferente y es que el cine de Luis Buñuel representa, desde
hace más de 40 años, la instancia indomable de la insatisfacción ante un orden
moral, intelectual, político, económico y social, limitativo, injusto, incompleto
y sin embargo, satisfecho de sí mismo.
[1]
Por tanto no aparecen referencias a sus 4 últimas películas: Tristana,
El discreto encanto de la burguesía, El fantasma de la libertad y Ese
oscuro objeto del deseo
[2]
Grabado 18 mayo 1970 para Radio UNAM
[4]
Hay dos palabras que no he conseguido entender, pero no afectan nada a la
comprensión de la frase. (…)
¡Hola Manuel! Te envío por correo electrónico otro texto de Fuentes sobre Buñuel, publicado en su libro de 1970 "Casa de dos puertas". Saludos.
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