“Galeries Barbès”, ¿anuncio publicitario de Luis Buñuel?
Galeries Barbès es un enigma en la filmografía de Luis Buñuel. Se trata de un anuncio publicitario, de 1’38” de duración, realizado supuestamente en 1926, sobre un importante comercio de muebles llamado Galeries Barbès, situado en el número 55 del boulevard homónimo, que en 1962 sufrió un incendio, cerrando para siempre. La autoría del anuncio está todavía en duda, aunque se ha afirmado que se trata de su primera película. Tal polémica ha sido sintetizada por Antonio Tausiet, de quien tomamos prestadas sus palabras para esta entrada. Todo empieza con lo explicado por el pintor Manuel Ángeles Ortiz, amigo de Buñuel y actor en La edad de oro: “En París, las grandes firmas hacían unas peliculillas destinadas a la publicidad de sus productos. Uno de los primeros encargos que recibió Luis Buñuel fue de ese género, y el comandatario era nada menos que los almacenes “Muebles Barbés”. En el guion de la peliculilla éramos una pandilla de revolucionarios mexicanos, con grandes sombreros y unos pistolones de miedo. El capitán de la partida era el surrealista Max Ernst. Deteníamos y llevábamos prisionero a un tirano y lo condenábamos a muerte, pero en el momento de la ejecución llegaba un compañero revolucionario gritando: “¡Deteneos! ¡Deteneos!”. Bajábamos todos los fusiles y el compañero nos informaba: Al registrar su casa hemos descubierto que está decorada con “Muebles Barbés”. Nuestra reacción era de estentóreo júbilo: arrojábamos los sombreros al aire gritando a coro: ¡Vivan los “Muebles Barbés”! Y le perdonábamos la vida al condenado. Haciendo estas cosas, además de ganar algún dinero, lo pasábamos muy bien”.[1]
El anuncio, de evidente registro cómico, se
inicia con un cartel que reza “Au petit jour à Mexico on va fusiller un homme”,
al que sigue la imagen de una mujer mirando desde la ventana a su prometido
[intuímos] que va a ser fusilado en el patio del edificio. Se trata de un potentado
vestido con un traje elegante, sentado en una silla, que está fumando
compulsivamente un puro frente a un pelotón de fusilamiento formado por soldados
con bigotes postizos. Un oficial con sable le ordena que se dé la
vuelta para dar la espalda al pelotón y se vende los ojos con la venda que luce
en la cabeza. Cuando el oficial ordena a su pelotón que apunte, estos lo hacen,
pero cuando grita “¡Fuego!”, en lugar de disparar, aparecen en actitud relajada
buscando entre sus bolsillos si tienen fuego para tabaco. Uno de ellos le dice,
mostrándole una cajetilla de cerillas vacía (el director inserta en este
momento un primerísimo primer plano de la cajetilla, donde leemos “250
Allumettes Suédoises”): “No hay fuego señor”. El oficial se lamenta chillando: “¡Qué vergüenza! ¡Estoy
deshonrado e injuriado!”, mientras intenta partir su sable con la rodilla. No
lo consigue y se dirige al potentado: “Sois libre”. Después de un plano de la
mujer cerrando las ventanas del balcón como queriendo regresar al lado de su
pareja, el siguiente nos muestra al potentado desatándose las piernas, levantándose, recogiendo un cigarro del suelo,
peinándose, sacudiéndose el polvo de la ropa y yéndose. A continuación, el
oficial, situado junto a la silla, grita al pelotón: “¿Por
qué no han disparado?”. De entre el grupo, avanza Max Ernst, y responde “¿Nos
han tomado por unos salvajes? ¡Nos negamos a disparar sobre una silla
procedente de Galeries Barbès!”
Tausiet subraya acertadamente la
presencia de ciertas constantes del cine de Buñuel en el anuncio, que lo convierten,
de ser cierto en una “pequeña joya”. En primer lugar, la ya citada presencia de
un grupo de revolucionarios, que volverá a introducir en La Edad de Oro y La muerte en el jardín. En segundo lugar, el
potentado burgués, como don Quintín de La hija
del engaño y tantos otros. Y, en
tercer lugar, sobre todo, “el acto frustrado del fusilamiento, que nos remite a
la representación del mismo en Así es la aurora por parte de unos niños, al del principio de El fantasma de la libertad (en el que
participan como reos el propio Buñuel y tres amigos suyos) y a todo el
argumento de Ensayo de un crimen, donde Archibaldo de la
Cruz no logra consumar nunca sus proyectos de asesinato. Una idea que volverá a
repetirse en forma de cenas nunca celebradas en El discreto encanto de la burguesía”.[2]
Y concluye que un encargo de “una
firma comercial lleva a Luis Buñuel, supuestamente a la temprana edad de 26
años, a filmar un divertimento humorístico que parece llevar su firma
indeleble. Décadas después, en México, hacia 1960, una
marca de aguas minerales le encargará otro spot, para revitalizar las ventas ante la
amenaza de las importaciones extranjeras. Buñuel les propondrá un guion en el
que Cristo crucificado dice a sus guardianes: “Sed tengo”. Un centurión le
ofrece una botella de agua mineral de la marca. Entonces Cristo niega con la
cabeza, rechazando el agua”. La idea no fue aceptada y jamás se realizó.
Desde el ángulo inverso,
existen razones (no concluyentes) para pensar que no fue Buñuel quien dirigió Galeries Barbès. El propio Tausiet las
encuentra en las informaciones suministradas por el museo parisino de la
publicidad, La maison de la publicité. “Lo primero, se le atribuye un título,
el texto sobreimpreso inicial: Au petit jour à Mexico on va fusiller un
homme. También una duración:1’38”; un año: 1932; y ¡un director!: Paul
Grimault, cineasta después experto en animación que había sido diseñador de
muebles. Como datos adicionales, constatar la presencia de Max Ernst (doblado
por Jacques Brunius) y, según Film Reference, con guion de Jean Aurenche,
cuñado de Max Ernst y años después guionista de Bertrand Tavernier. Ninguna
referencia a Buñuel en ninguna parte”[3]. Ya
hemos dicho que en la edición especial en DVD de Le Roi et l’oiseau el spot se atribuye a Aurenche, quien lo confirma en
sus memorias y silencia cualquier participación de Buñuel.[4]
De resultas, dado que la información del
museo de la publicidad parisino no es del todo correcta, no podemos considerarla
como la prueba de la no autoría de Buñuel. Además, Buñuel silenció alguna que
otra obra suya por considerarlas menores. El azar hizo que se descubriera Menjant
garotes a finales del siglo pasado, película de la que Buñuel nunca
habló. Por último, hay que subrayar que la presencia de Josep Llorens Artigas
en el papel del oficial, luciendo un mostacho similar al que utilizaría (o
había utilizado, si es que la fecha del anuncio fue posterior a 1930) en La
edad de oro, y la de Max Ernst, son también elementos a favor de pensar
en que el director del spot hubiera sido el mismo. Dicho lo cual, atribuir la
autoría de Galeries Barbès a Luis Buñuel no es cuestión que podamos, a día
de hoy, refutar. Ni confirmar. Habrá que esperar.
[1] Antonia Rodrigo, Memoria de Granada: Manuel Ángeles Ortiz y Federico García Lorca, Barcelona, Plaza & Janés, 1984.
[3] Ibidem.
[4] Jean
Aurenche, La suite à l’écran, Lyon,
Institut Lumière/Actes du Sud, 1993.
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