"Los olvidados" de Jacques Prévert
Jacques Prévert |
Luis Buñuel y Jacques Prévert entablaron amistad durante los
años que el aragonés pasó en París. Ambos pertenecieron al grupo surrealista.
Buñuel lo sacó en su película La edad de oro, 1930. Es el peatón
que es insultado por el protagonista (Gaston Modot) cuando va esposado. Fue
durante su estancia en la capital francesa cuando Jacques Prévert le presentó a
Buñuel a Oscar Dancigers, que curiosamente sería el hombre que le permitiría
reiniciar su carrera como director en México y productor de varias de sus
películas mexicanas, entre ellas Los olvidados, 1950: “Denise me puso
en contacto con el productor Óscar Dancigers, a quien yo había conocido en los
«Deux Magots», en París, antes de la guerra, presentado por Jacques Prévert.
Óscar me preguntó:
—Tengo algo para usted. ¿Quiere quedarse en México?”[1]
Durante la estancia de Buñuel en EE. UU. se volvieron a
encontrar. Fue en 1938, en Nueva York, al poco de llegar al país. Buñuel le
enseña la ciudad y Prévert le da un buen susto al poner en práctica su manía de
saltar sobre los bordes de las ventanas en equilibrio.[2]
Es sabido que cuando Los olvidados se estrenó el 9 de
noviembre en México fue un auténtico fracaso, permaneciendo 3 días en cartel.
Buñuel intentó promocionar la película en el extranjero. Le escribió a Iris
Barry, su antigua amiga, para proyectar la película en el Museo de Arte Moderno
de Nueva York. Hizo lo mismo con Henri Langlois para proyectarla en la
Cinemateca francesa.
Octavio Paz, que conoció a Buñuel en 1937 en París, organizó
una exhibición privada en París, en el Studio 28, a la que invitó a los miembros
del grupo surrealista y que, en general, la recibieron bien, salvo por parte de
los que pertenecían al partido comunista.
Cuando la película se presentó a concurso en el Festival de
cine de Cannes en abril de 1951, las autoridades mexicanas no se preocuparon de
promocionar la película como constató Octavio Paz: “Cuando llegué a Cannes el 3
me di cuenta que ni México ni Karol habían preparado la presentación. No
teníamos folletos, publicaciones, nada. Tampoco se había hecho la menor
propaganda, ni se había utilizado la admiración y amistad que aquí se le
profesa. Mi primera preocupación fue movilizar la opinión. Por fortuna, el
mismo día 3 encontré varios amigos que con todo desinterés...se dedicaron a
hacer de Los olvidados “el film del festival: Simone Rebreuilh, Kyrou,
Frédéric y Langlois...En primer término visitamos a Prévert (que se ha portado
de un modo maravilloso), ... Logramos la colaboración de Cocteau y
Chagall...Movilizamos también a...periodistas,
secretarias, etc. Finalmente, 24 horas antes, distribuimos el texto que
escribí sobre usted. En suma, creamos una atmósfera de expectación. Hay que
decir que Karol los últimos días, “despertó” y nos ayudó. Dancigers se presentó
a última hora y –aunque tarde- también fue eficaz.”[3]
El texto al que se refiere es el que redactó el propio
Octavio Paz: “Deprisa, he escrito algo sobre usted. Será distribuido en
francés, el día 8. Después creo que obtendré un texto de Prévert.”[4]
página del original |
En
efecto, Prévert escribió un largo poema que llevaba el mismo título que el
filme y que tuvo su
origen en la iniciativa de Octavio Paz de promocionar la película de Buñuel en
el festival de Cannes. Él lo cuenta: “Visitamos a muchos artistas notables que
vivían en la Costa Azul, invitándolos a la función en que se iba a exhibir la
película. Casi todos aceptaron… El más generoso fue el poeta Jacques Prévert.
Vivía en Vence, a unos cuantos kilómetros de Cannes; lo fuimos a ver Langlois y
yo: le contamos nuestros apuros y a los pocos días nos envió un poema en
homenaje a Buñuel, que nos apresuramos a publicar. Creo que causó cierta
sensación entre los críticos y los periodistas que asistían al Festival.”[5]
La película se proyectó en el festival el 9 de abril. Tras
la presentación de la misma en el festival: Prévert declaró que “era la mejor película
que había visto en los últimos 10 años…”[6]
En una carta del 16 de abril de ese
año, 1951, Octavio Paz le envió el poema a Buñuel.[7]
Posteriormente
el poema Los olvidados se publicó en
el libro de Jacques Prévert titulado Spectacle,
editado por Gallimard en 1951
Los olvidados[8]
Traducción española
|
Original francés
|
La última vez que vi
a Luis Buñuel
era en Nueva York
en 1938 y en Norteamérica.
Lo volví a ver
anteayer en Cannes
de lejos y de cerca.
No ha cambiado
nada.
Luis Buñuel no es un exhibidor de sombras
de sombras ensotanadas
de sombras consolantes consoladas
y confortablemente martirizadas
y como hace años
la matanza de los inocentes
le hiere y le subleva
lúcidamente
generosamente
sin que sienta para nada en el mundo
la necesidad
de un chivo expiatorio
clavado en la cruz
para legitimarla
—esa matanza—.
Luis Buñuel no es un exhibidor de sombras
más bien un
exhibidor de soles
pero
aun cuando esos soles sean sangrientos
los muestra
inocentemente.
Olvidados
los olvidados
cuando no se conoce la lengua
se dirían
árboles felices
los olvidados
plátanos u olivos.
Los olvidados
pequeñas plantas errantes
de los arrabales de la ciudad de México
prematuramente arrancados
al vientre de su madre
al vientre de la tierra
y de la miseria.
Los olvidados
niños demasiado pronto adolescentes
niños olvidados
relegados... no deseados.
Los olvidados
la vida no tuvo tiempo de acariciarlos.
Luego
ellos se encabronaron con la vida
y viven con ella
a cuchilladas
los cuchillos
que el mundo adulto y manufacturado
velozmente les hundió
en un corazón
que fastuosamente generosamente
y
afortunadamente
latía.
Y esos cuchillos se los arrancan
ellos mismos de su pecho
muy pronto helado
y golpean al azar
a como salga
entre ellos
a diestra y siniestra
para calentarse un poco
y caen
públicamente
bajo el sol
mortalmente heridos.
Los olvidados
niños amorosos
y no amados
asesinos adolescentes
asesinados.
Pero
en medio de una feria de barriada
un niño a salvo
sobre un caballito de madera errante
sonríe
gira un instante
y su sonrisa es
el sol
que se pone y se levanta
al
mismo tiempo
y el gran mundo
chirriante de las festividades oficiales
iluminado por esta sonrisa
embellecido por este sol
también respira un instante
y un poco celoso
enmudece.
La última vez que vi
a Luis Buñuel
era en Cannes
una noche en la Croisette
en plena miseria en la ciudad de México
y todos esos niños
que morían atrozmente en la pantalla
estaban más vivos
que muchos de los invitados.
[Traducción de José de la Colina]
|
La dernière fois
que j’ai vu
Luis Bunuel
c’était à New–York
en 1938 et en
Amérique du Nord.
Je l’ai vu
avant-hier soir à
Cannes
de loin et de près.
Il
n’a pas changé.
Luis Bunuel n’est
pas montreur d’ombres
d’ombres ensoutanées d’ombres consolantes consolées et confortablement martyrisées et comme, il y a des années le massacre des innocents
le blesse et le
révolte
lucidement généreusement sans qu’il éprouve le moins du meilleur monde la salutaire nécessité d’un bouc émissaire
planté en croix
pour le légitimer
-ce massacre-.
Luis Bunuel n’est
pas un montreur d’ombres
plutôt un montreur de soleils mais même quand ces soleils sont sanglants il les montre
innocemment.
Olvidados
los olvidados
quand on ne connaît
pas la langue
on croirait
des arbres heureux
los olvidados des platanes ou des oliviers.
Los olvidados,
petites plantes errantes
des faubourgs de
Mexico cité
prématurément arrachées
au ventre de leur
mère
au ventre de la terre et de la misère.
Los olvidados,
enfants trop tôt adolescents enfants oubliés relégués…pas souhaités.
Los olvidados
la vie n’a pas eu le temps de les caresser. Alors
ils en veulent à la
vie
et vivent avec elle
à couteaux tirés.
les couteaux que le monde adulte et manufacturé leur a très vite
enfoncés dans un
cœur
qui fastueusement généreusement et
heureusement
battait.
Et ces couteaux ils
les arrachaient
eux-mêmes de leur
poitrine
trop tôt glacée
et ils frappent au hasard
au petit malheur
entre eux à tort et à travers pour se réchauffer un peu et ils tombent
publiquement
en plein soleil
mortellement
frappés.
Los olvidados
enfants aimants
et mal aimés
assassins adolescents assassinés.
Mais
au milieu d’une fête foraine, un enfant épargné sur un manège errant sourit
un instant en
tournant
et son sourire c’est
le soleil
qui se cache et se lève
en
même temps
et le beau monde
grinçant des
officielles festivités
illuminé par ce sourire
embelli par ce
soleil
respire lui aussi un instant et un petit peu jaloux
se tait.
La dernière fois
que j’ai vu
Luis Bunuel
c’était à Cannes
un soir sur la
Croisette
en pleine misère à
Mexico cité
et tous ces enfants
qui mouraient
atrocement sur l’écran
étaient encore bien plus vivants
que beaucoup parmi
les invités.
|
[1] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza & Janés,
1982, pág. 185
[2] Fernando Gabriel Martín: El ermitaño errante. Buñuel en Estados
Unidos, Tres Fronteras Ediciones, 2010, pág. 173
[3] Octavio Paz: Luis Buñuel: el doble arco de la belleza y
de la rebeldía. Galaxia Gutemberg/Círculo de lectores, 2000, pág. 51 (con
leves correcciones)
[4] Ibídem, pág. 50
[5] Ibídem, págs. 44-45.
[6] Ibídem, pág. 52
[7] Ibídem, pág. 53
[8] Ibídem, págs. 58-65
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