El sentido de la amistad en Luis Buñuel

Los amigos de Buñuel coinciden en el profundo sentido de la amistad que tenía el realizador. Veamos unos ejemplos de los muchos que se podrían poner:
·       Su honestidad, lealtad y sentido de la amistad estaban por encima de cualquier cosa.[1]
·       Yo destacaría [de Buñuel] su cordialidad, su sincera amistad y su verdadero cariño. Yo lo quería entrañablemente.[2]
·       “Buñuel, para mí, es hombre fiel a la amistad...Es verdaderamente un sentido de la amistad totalmente español...sobre todo en este sentido fraternal que es en él un sentimiento de generosidad. Lo que no le impide ser  entero e intransigente en sus opiniones, porque existe también el lado aragonés en el interior del español, el lado testarudo[3]...”
Su profundo sentido de la amistad le llevó a lo largo de su exilio a preocuparse por la situación de sus amigos:
Desde París:
*Pocas nuevas he tenido de los amigos de Filmófono. Remacha sigue por Barcino, creo que muy delgado. Espero la ocasión como siempre de que se demuestre que puede ser más útil por aquí que por allí, ya que sigue inactivo. Daría algo porque estuviera por aquí con nosotros.[4]
Desde Estados Unidos:
* Me acuerdo mucho de los amigos los cuales me faltan terriblemente. Si me va bien aquí y gano dinero me considerare como el padre de todos ellos (son muy pocos) y proveeré para hacerlos vivir si las cosas en España fueran mal. Este móvil ha contribuido en un 70% para hacerme venir a Hollywood. Por cierto que Remacha este entre esa reducida familia.
A López Rubio no lo he visto por aquí ni sé si está. Te agradeceré me envíes sus señas si las posees pues me agradaría verle.[5]
* ¡Para que vamos a hablar de los terribles acontecimientos actuales ni de la tragedia de tantos buenos amigos! La absoluta soledad en que me encuentro aquí hace que estos días sean mucho más amargos. Ya, todo lo que deseo es poder vivir y ser útil a los amigos, a los pocos amigos de siempre, aunque por el momento las cosas no vayan tan bien como quisiera. [6]
Con José Rubia Barcia y esposa
* ¿Sabes algo de Remacha? Yo estoy muy preocupado con su suerte. Gremillón recibió un telegrama de Remacha, fechado en Tudela, en Febrero. Le rogaba se ocupase de su mujer e hijo, que se hallaban en un campo de concentración francés. Pero después nada se volvió a saber de él a pesar de que en París se movieron mucho mis amigos para ayudar a su familia. Dame cuantas noticias sepas. ¿Y de Garrigós, Corujo y Moreno que ha sido? Ugarte, en México, como debes saber. Le gusta aquella tierra y ya comenzó a trabajar en el cine indígena.[7]
* De todos sé algo menos de ti. ¿Qué haces? ¿En qué trabajas para subsistir y en qué para perdurar? ¿Qué planes tienes? Sin excusa que alegar tienes que responderme inmediatamente, pues ya yo he roto el fuego. Dame detalles también de vuestra vida cuanto más minuciosos mejor. Imagínate cuánto los deseo dada la gran soledad en que aquí vivo sin un solo amigo. Incluso mis «conocidos» me han abandonado por pura desidia mía.[8]
En México:
Aquí en México no se preocupe de nada, pues todo cuanto V. gaste corre de mi cuenta. Es lo menos que un amigo puede hacer por otro, cuando llega la ocasión. También le garantizo que podrá escribir para cine y ganarse la vida, clandestinamente si es necesario, hasta que lo acepten en el sindicato de adaptadores, que es la única puerta posible, para entrar en nuestro feroz sindicato de Producción.[9]
Sin embargo a Buñuel le costaba mucho trabajo mantener al día la correspondencia con sus amigos y lo lamentaba frecuentemente porque era algo que podía aparentar que no le importaba su amistad o los había olvidado. Era muy reacio a la escritura: Mi querido amigo Don Pepe R. Barcia: Soy un puerco indigno de su amistad, pues no he respondido a sus tres o cuatro últimas cartas. Desgana, pereza de escribir, falta de inspiración epistolar...lo que V. quiera Pero esas causas pueden a veces confundirse con el enfriamiento de la amistad. Por eso le pongo ahora unas líneas para decirle que mis recuerdos hacia V. y Evita, y a los buenos días que pasamos juntos por esa tierra son cada día más recordados y mi amistad hacia V. inconmovible.[10]
A lo largo de su vida mantuvo siempre una irrenunciable lealtad hacia sus familiares, amigos y colaboradores. Eso no quita para que a veces se enfadara con alguno de ellos, pero al final prevalecía la amistad.
Con Carlos Saura
También me enfadé con Sánchez Ventura. Mejor dicho, él se enfadó conmigo. Me prestó ochocientos dólares, el treinta y ocho, para ir a Norteamérica, luego fueron mil más, y me sirvieron muchísimo porque yo no tenía nada. Luego me escribió, desde México, que no tenía nada y que por favor le devolviera lo prestado. Yo pregunté con cuánto se podía vivir allí, me dijeron que con sesenta dólares. Y le fui mandando sus sesenta dólares cada mes. Tengo todos los recibos arriba. Yo ganaba muy poco doscientos dólares a la semana —y tenía que pagar el piso y mantener a la familia. El empezó a decir que yo bebía champán y que le tenía en la miseria. Lo del champán no era cierto; whisky, sí. Pero creo que le mandaba lo necesario. Y le devolví hasta el último céntimo. Luego, cuando fui a México, me lo encontré en la avenida Juárez. Iba a pasar sin decirme nada. Volvió. Me dio la mano. Nos dimos un abrazo. Y ya. Con los amigos pasan las cosas más raras.[11]
Y tras de su renuncia obligada en el MOMA y que Buñuel achaca a Dalí: Después de mi dimisión, cito un día a Dalí en el bar del «Sherry Netherland». Llega, muy puntual, y pide champaña. Furioso, dispuesto a pegarle, le digo que es un cerdo, que por culpa suya estoy en la calle. Él me responde con esta frase, que no olvidaré jamás:
—Escucha, he escrito ese libro para hacerme un pedestal a mí mismo. No para hacértelo a ti.
Me guardé la bofetada en el bolsillo. Con ayuda del champaña —y de los recuerdos y el sentimiento—, nos separamos casi amigos.[12]
Tal y como reconoce su mujer: “Luis es así, basta que hayan sido amigos suyos para perdonar­les todo.”[13]
Algo que reconoce el realizador en este diálogo con Max Aub:
¿Tú escribirías tus memo­rias?
—De ninguna manera. Empezando porque, te repito, hablaría muy mal de mí mismo. De los demás sería otra cosa. De algunos hablaría bien.
—¿Aun sabiendo que son unos hijos de puta?
—Sí. Si fueran amigos míos. ¿Y por qué será así?
—Por cobardía, repito. El hombre, ante todo, es cobarde. Dejemos en segundo lugar la hipocresía.
—Pero hay hombres... Lo que está mal hecho es la sociedad. Algo vergonzoso. Horrendo. El hombre no es malo. Es la sociedad.[14]
Esta actitud guarda relación con el siguiente comentario de Michel Piccoli: “Su aparente severidad ocultaba su gran interés por las personas. Si se han retrasado será porque han dormido mal, y ¿por qué han dormido mal? Pues porque no son felices. Si un amigo se divorciaba o se iba a vivir con otra persona, la noticia trastornaba a Buñuel, se le veía profundamente conmovido.”[15]
Con Paco Rabal
Veamos ahora una anécdota entre el juego y su sentido de la amistad, narrada por Antxon Eceiza: “Mayor fue el cabreo que se agarró en otra situación, a cuyo desarrollo no asistí, pero sí al desenlace: don Luis lle­vaba dos meses sin acudir a la cita de los miércoles. Inquie­to, le pregunté a Alcoriza por los motivos de esta ausencia y él me contó lo que había sucedido. Parece ser que ellos man­tenían durante años una discusión sobre quién fue el prime­ro que llegó al Polo Sur. Aventuraban nombres, los descarta­ban, pasaban veladas enteras discutiendo, decían que estu­diaban, se hacían trampas, aportando investigaciones apó­crifas... Hasta que un día, de forma insólita, Alcoriza zanjó la cuestión, subió a su estudio, consultó la Enciclopedia Bri­tánica y bajó pregonando: "Fue fulano de tal". ¡Esa sí que fue tremenda! Dos meses sin venir. Alcoriza me pidió que media­ra. Yo llamaba a su casa, hablaba con Jeanne, él se negaba a ponerse al teléfono... Un día, accedió, por fin: "¡Ese es un traidor. A quién se le ocurre oponer a la amistad un argu­mento de autoridad!"...
Y esos cabreos, ¿eran de verdad o una manera de prolongar el juego?
Yo creo que las dos cosas, seguramente eran un juego, pero seguramente, también, como siempre en don Luis, tenían la profundidad de su apego a un código moral. Para mí esa idea de que el argumento de autoridad está fuera de lugar, que lo que cuenta son los amigos y el tiempo que perdemos o ganamos juntos discutiendo, me parece una gran lección moral. A él también se le habría ocurrido mirar en la enciclopedia y se hubiera acabado todo de golpe, pero, entonces, como él decía: "La amistad sale perdiendo, si tú quieres a un amigo, trata de entenderle en su totalidad". Claro que Alcoriza -puedo dar fe de ello- tenía exactamente el mismo código y actuaba en consecuencia, y eso complica aún más las cosas, tal vez, en esa ocasión, quiso extremar la cosa para comprobar si don Luis era capaz de aceptar la "felonía" como parte de la "totalidad" de su gran amigo.”[16]
Termino con un cometario dedicado a su gran amigo de la juventud Salvador Dalí: Cuando pienso en él, pese a todos los recuerdos de nuestra juventud, pese a la admiración que todavía hoy me inspira una parte de su obra, me es imposible perdonarle su exhibicionismo ferozmente egocéntrico, su cínica adhesión al franquismo y, sobre todo, su odio declarado a la amistad.[17]


[1] Pedro del Rey: Llegamos a Cannes el último día y Viridiana ganó la Palma de oro. En: Nickel Odeon, nº 13, invierno 1998, pág. 130
[2] Pepín Bello: En torno a Buñuel. Cuadernos de la Academia, nº 7-8, agosto 2000, pág. 105
[3] Emmanuel Roblès en Max Aub: Conversaciones con Buñuel, Aguilar, 1985, pág. 387
[4] Carta a Ricardo Urgoiti de 11/08/1938, en: Luis Fernández Colorado y Josetxo Cerdán: Ricardo Urgoiti. Los trabajos y los días, Cuadernos de la Filmoteca Española, Filmoteca Española, nº 9, 2007, pág. 192
[5] Ibídem, 02/01/1939, pág. 197
[6] Ibídem, 30/01/1939, pág. 198
[7] Ibídem, 11/08/1939, pág. 200
[8] Carta a Gustavo Pittaluga de 18/02/1945, en: Agustín Sánchez Vidal: Buñuel, Lorca, Dalí, el enigma sin fin, Planeta, 1988, pág. 305
[9]  Carta a José Rubia Barcia de 02/11/1953, en José Rubia Barcia: Con Luis Buñuel en Hollywood y después, Edicios do Castro, 1992, pág. 67
[10] Ibidem  de 23/04/1951, págs. 50-51
[11] Max Aub: Conversaciones con Buñuel. Aguilar, 1985, pág. 82
[12] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza & Janés, 1982, pág. 179
[13] En: Max Aub: Conversaciones con Buñuel. Aguilar, 1985, pág. 126
[14] Max Aub: Conversaciones con Buñuel. Aguilar, 1985, pág. 139
[15] John Baxter: Luis Buñuel, Paidós, 1996, pág. 340
[16] Antxon Eceiza en: En torno a Buñuel, Cuadernos de la Academia, nº 7-8, agosto 2000, págs. 190-91
[17] Luis Buñuel: Mi último suspiro, Plaza & Janés, 1982, pág. 182

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